La Voz de Almeria

Almería

Tres almerienses cumplen 100 años en la misma semana

Manuel Compán Mora, Andrés Segura Picón y Diego Juan Fernández celebran su siglo de cumpleaños

La Voz

Víctor Navarro
Publicado por

Creado:

Actualizado:

Es un hecho poco común, pero este enero, Almería ha sido testigo de una curiosidad muy especial: tres hombres han llegado a la cifra redonda de los 100 años, y lo han hecho prácticamente en la misma semana. Manuel Compán Mora, Andrés Segura Picón y Diego Juan Fernández han celebrado sus cien años casi al unísono. Cada uno con una historia de vida única, pero todos ellos compartiendo una esencia común: la dedicación a su familia, su comunidad y un incansable espíritu de resiliencia. Desde la pesca en la Isleta del Moro hasta la pasión por el baile del pasodoble, pasando por el Club Náutico de San José, estos tres centenarios representan lo mejor de lo que es vivir con propósito y alegría, superando los desafíos de un siglo lleno de cambios y adversidades.

Una vida de baile

Manuel Compán Mora, nacido el 17 de enero de 1924 en Almócita, celebró recientemente su centenario rodeado de sus seres queridos en su hogar en Almería. La ocasión fue un emotivo homenaje a un hombre que ha vivido una vida marcada por el esfuerzo, el trabajo y la dedicación a su familia. Con 100 años, Manuel continúa siendo un ejemplo de resiliencia y amor por la vida, y, a pesar de las dificultades físicas propias de la edad, mantiene intacta su pasión por el baile del pasodoble, que fue la gran protagonista de su celebración.

Manuel nació en una España marcada por la dictadura de Primo de Rivera y vivió la Guerra Civil con apenas 11 años. Desde muy joven, su vida estuvo vinculada al esfuerzo y el trabajo en el campo. Tras regresar de la mili, se casó con Isabel González Polo y trabajó como agricultor, pastor y minero en las minas de plomo de La Solana.

A lo largo de su vida, Manuel siempre tuvo claro que el futuro de sus hijos debía ser mejor que el suyo. A través de mucho sacrificio, consiguió que sus cuatro hijos, tres niñas y un niño, pudieran acceder a una educación y a un futuro más prometedor. Durante tres años, emigró a Holanda, pero su corazón siempre permaneció en Almócita, su querido pueblo natal. El destino, sin embargo, le puso grandes retos en su camino. La enfermedad de su esposa Isabel fue uno de los más duros. Durante años, Manuel se dedicó a cuidarla con la mayor devoción, hasta su fallecimiento en 2007. Después de su partida, Manuel encontró en los Centros de Atención a Mayores un nuevo propósito en la vida, y fue allí donde descubrió su amor por el baile y el pasodoble, una actividad que rápidamente se convirtió en su refugio y su alegría cotidiana.

El pasado 27 de diciembre, Manuel sufrió un ictus, que afectó su capacidad para comunicarse. Sin embargo, su determinación para seguir adelante sigue intacta. Actualmente, trabaja con entusiasmo en su recuperación, con la esperanza de poder retomar sus rutinas y sus bailes en los que tanto disfruta.

El día de su centenario, celebrado en su hogar de Almería, fue una fiesta llena de amor y emotividad. Acompañado de sus tres hijas, una sobrina, una nieta y una compañera de baile, Manuel vivió un día que, aunque íntimo, estuvo marcado por la calidez y el cariño de todos los que lo rodean. Como un gesto de reconocimiento a su vida ejemplar, la celebración contó con la visita de la alcaldesa de Almería, María del Mar Vázquez, quien se unió al homenaje junto con miembros de su equipo de gobierno. Manuel, visiblemente emocionado, recibió a la alcaldesa con su característico ánimo y, a pesar de las dificultades para expresarse debido al ictus, cerró la jornada de manera emotiva: danzó un pasodoble, su gran pasión.

Un siglo navegando por la Isleta

Cumplir 100 años no es algo que suceda todos los días, y menos cuando la fecha coincide con dos momentos históricos de cierta relevancia. Mientras León Trotski era expulsado del Consejo de Comisarios del Pueblo y la Unión Soviética firmaba un tratado con Japón para recuperar la soberanía de las Islas Sajalín, en una isla más pequeña, a más de 4.000 kilómetros de Moscú, ese mismo día, nacía en la Isleta del Moro un niño al que sus padres llamaron Andrés Segura Picón. Eso fue el 20 de enero de 1925, y un siglo después sus vecinos de la pedanía nijareña continúan llamándole ‘El tío Andrés’ o ‘Andrés el chinorro’, el vecino más viejo de este rincón de pescadores y leyendas de piratas.

Cien años dan para mucho: para echar raíces en su tierra, siempre mirando hacia el mar, para emigrar, para volver, para concebir y criar seis hijos y conocer a seis bisnietos. Entre todo ello, ostentar durante 15 años la figura de los desaparecidos alcaldes pedáneos que representaban a los vecinos de Isleta en el Ayuntamiento nijareño y consagrar su vida al oficio más característico de este rincón de Almería, la pesca.

Así ha desempeñado su vida el ‘Tío Andrés’ siempre con su gente y su barco, salvo los cuatro años que pasó en Alemania, cambiando el trasmallo por el legón y el mar por la tierra. Su vinculación a la pesca le llevó incluso a ser patrón mayor de los pescadores de la Isleta, y es que, tirón social nunca le ha faltado a este vecino centenario que, después de colgar la gorrilla de marinero y dejar el gobierno del barco a uno de sus hijos y a su sobrino, dedicó su tiempo a la gestión de la Asociación de la Tercera Edad de la Isleta de la que fue presidente, y a devorar con afán sudokus y crucigramas.

Quien conoce a ‘Andrés el chinorro’ sabe que es un hombre metódico en su rutina, algo que sus vecinos han destacado siempre. Según su familia, además de haber seguido una dieta basada en verduras y pescado recién cogido, la clave de su longevidad radica precisamente en esa rutina inquebrantable. “Por las mañanas, agarra el andador y sale a pasear por el pueblo”.


Rodeado de los suyos y con el recuerdo de su esposa en el corazón, Andrés Segura Picón soplaba este fin de semana las velas de una tarta con tres cifras, un símbolo de toda una vida dedicada al desarrollo de su comunidad. Para rendir homenaje a su centenaria trayectoria, sus vecinos le obsequiaron con una placa, un reconocimiento a sus cien años de amor, sabiduría y entrega.

Acaba de cumplir 100 años y se acuerda como fue uno de los padres del Club Náutico de San José

Diego Juan Fernández acaba de cumplir 100 años. Natural de Almería, una tierra a la que siempre ha amado. El club Naútico de San José ha querido hacerle un homenaje en su centenario pro ser una persona que participó activamente en la creación de esta institución en el año 1971.

Mis padres compraron una casa que estaba en la esquina de la calle Javier Sanz con Méndez Núñez. La familia ha tenido siempre representaciones de varias casas comerciales importantes en Almería. El negocio actual, Estanmetal, abrió sus puertas en el año 1960, en la misma calle Javier Sanz, número 12, y con un almacén inicial en la carretera de Granada y que ahora está ubicado en el polígono de La Juaida. Una empresas familiar que, al principio, se dedicó a la venta y distribución de mobiliario de oficina y estanterías. Hoy sigue funcionando diseñando oficinas y centros de trabajo.

Usted ha sido un gran aficionado al mundo de la vela. Fue fundador del Club de Mar de Almería y del Club Naútico de San José, en pleno Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Los amantes de este deporte le consideran una figura clave en la promoción del amor por el mar y por la vela en la costa de Almería.

Desde chiquillo mi familia tenía alquilada una de las primeras casetas que se hicieron en el Campo de Naveros. Junto al balneario de San Miguel. Desde entonces he estado muy ligado al mar. Comencé con un esquife (barco pequeño que se utiliza para llevar sobre un barco y se usa para saltar a tierra y para pequeños desplazamientos). También tuve una piragua, que fue de las primeras que llegaron a Almería. Siempre ha estado muy ligado al mar.

¿Usted fue uno de los fundadores de Club de Mar de Almería? Unas instalaciones que se pusieron en marcha en el puerto pesquero, junto al barrio de Pescadería.

En los años 40 del siglo pasado, Junto a Jesús Durbán, que nombramos presidente, un grupo de amigos y amantes del mar nos movimos y mantuvimos reuniones con los autoridades almerienses. Una de las personas que más nos ayudó fue el práctico del puerto de aquellos años. Recuerdo perfectamente el día que se reunieron las autoridades. Todos estaban de acuerdo en que hiciéramos un Club de Mar y nos comunicaron que no había inconveniente en que el proyecto prosperara. Todos estuvieron de acuerdo en permitirnos hacer el Club de Mar de Almería. Estábamos encantados, conseguimos que nos dejaran el lugar donde se iba a construir esa instalación. Logramos que nos dieran el espacio donde se realizaron. Estábamos entre 40 y 50, y casi todos teníamos barcos más grandes o más pequeños, unos a motor y otros a vela. Yo he tenido barco casi toda la vida.

¿Cómo fue creciendo y prosperando esa afición al mundo de la vela?

Entre todos, poco a poco, conseguimos crear una flota de snipes. (Barcos de vela ligera, creados en el año 1931, de 472 centímetros de eslora y 152 de manga). Hacíamos regatas y lo pasábamos, bastante bien junto al mar. Antes navegábamos, saliendo del puerto comercial. Con la construcción del Club de Mar, eso cambió.

¿La inversión para realizar las obras, de donde partió?

Entre todos pusimos el dinero necesario para llevar a cabo los trabajos. Aunque, para ser sinceros, pusimos poco dinero. Todo lo conseguíamos a través de ayudas oficiales. Primero se hizo un espigón y, poco a poco, se fueron confeccionando los distintos pantalanes del puerto deportivo. Estaba pegado al puerto pesquero. Era muy pequeño, pero con los años, fue ampliando sus instalaciones. Cuando lo tuvimos construido disfrutamos de un lugar donde podíamos reunirnos y donde nos permitía organizar regatas y pasarlo muy bien disfrutando de nuestra afición y amor por el mar.

¿En aquella época también participaban las mujeres en las competiciones y regatas?

Ellas no venían. Nos dejaban que nos fuéramos nosotros a navegar. Después la pasión por el mar se la traslade a mis tres hijos.

Cómo descubrió la belleza de San José, en el municipio de Níjar.

Íbamos buscando y visitando lugares de la costa almeriense. Cuando llegamos a San José, nos gustó tanto, que decidimos buscar una casa. Comenzamos residiendo en una casa de uno de los empleados de Enrique Romero. Nos encantaba tanto el lugar, que no parábamos de ir. Posteriormente, al cabo de algunos años, nos embarcamos en la compra de una vivienda en la playa de La Pava. Esa vivienda la conservamos hoy en día. Fuimos de los primeros en ir por allí. Nos enamoramos del lugar, y nos dedicamos a ir y a disfrutar de esa pequeña barriada del Parque Natural. Después, nos pusimos manos a la obra para también conseguimos hacer allí un puerto deportivo, ya que, al principio, no había ningún buen refugio para dejar los barcos.

Miembro de la Junta Directiva , fue comodoro del club entre 1982 y 1986, apoyando la consolidación de esta entidad. Bajo la presidencia de Enrique Sistach Rotura,  Diego asumió la inspección y el buen orden de las embarcaciones, tarea que posteriormente cedió a su hermano, Francisco Juan Fernández. 

Nos movimos  y conseguimos hacer un puerto. A pesar de ser pequeño, hemos intentado en varias ocasiones hacerlo más grande, aunque no lo hemos conseguido. Es una pena que, tras pasar Cabo de Gata, tener un puerto para poder descansar.

La pasión de un grupo de amantes del mar y del pueblo de San José ha permitido consolidar este puerto, referente social y deportivo en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar.  Usted ha tenido dos barcos. Samar I, y Samar II. Con ellos ha viajado mucho. 

Hacíamos muchas excursiones. Salíamos desde Almería, y navegábamos por el Mar Mediterráneo. Uno de los enclaves más visitados han sido las Islas Baleares. Allí hemos estado en varias ocasiones. Hemos estado en todas las islas. Durante varios años teníamos la costumbre de pasar un mes de vacaciones en las Baleares. Tengo que reconocer que disfrutamos mucho del mar. Hemos vivido buenos tiempos y malos tiempos meteorológicos, aunque con buena cabeza y al ayuda de Dios hemos conseguido llegar siempre a buen puerto.

tracking