“Enarenados e invernaderos, son la base de esta Almería” term solutions for
“Al principio fue la confianza entre personas, la de ellos en dejarnos dinero, y nuestra fe la de creer en personas que se dejaban el pellejo trabajando.
Ya he contado alguna vez lo de aquel hombre que vino con su mujer a pedir un crédito. Venía de la Alpujarra, bajaban muchos. Había comprado un trozo de tierra por 20.000 duros y pedía otros 20.000 duros.
‘Pero si tú no tienes ni escritura... ¿Con qué cuentas tú para esto?’, le pregunté mientras pensaba que igual la familia, que se había quedado en la Alpujarra, le daría algo, que habrían vendido los mulos o algo así.
Y él me respondió:
‘Si yo le digo con lo que cuento, ¿usted me da el crédito?’;
‘Hombre, pues sí, pero que vea yo que cuentas con algo que merezca la pena para darte el crédito’;
‘Espere un momento. Ahora mismo se lo voy a decir’, me respondió, y salió a la puerta. ‘Encarna, pasa’, llamó a su mujer, y me miró:
‘Con ésta’.
Eso me dijo y... le di el crédito”.
El nacimiento de la Rural
Se emociona Juan del Águila Molina cuando cuenta la anécdota, tan ilustrativa del nacimiento de aquella Caja Rural hoy, tras tanto tiempo y tanto trabajo, la pujante Cajamar:
“Me emociona recordar a aquella gente nuestra, nuestra, de la Alpujarra, de aquí, que, si era preciso, ni comían para pagar las letras”.
Las historias que cuenta Juan del Águila Molina de aquellos primeros pasos de lo que iba a ser la revolución agrícola almeriense suenan a épica, tanto por parte de los colonos que bajaban de la sierra para dominar un campo seco como por parte de los pioneros de aquel pequeño local de la calle de Méndez Núñez que acondicionaron ellos mismos:
“El mostrador lo hicimos con la jícara de una noria que tenía localizada Jesús Durbán, que era un gran aficionado a la carpintería. Él proporcionó la madera y yo los carpinteros, porque tenía algunos clientes del gremio.
Las losas para el suelo nos las proporcionó Antonio Rodríguez Orta del sobrante de unas obras que habían acabado. Y yo me llevé mi Aranzadi para que hubiera algo”, recuerda.
Aquello fue ya en los años Sesenta, pero la pulsión de la que nació la Caja Rural es muy anterior, de aquella década de los Cincuenta “en la que, por compararla con una persona, Almería inspira, toma aire y se prepara para saltar”, pasa Juan del Águila a narrar en presente, tal vez porque considere que estamos aún en medio de aquel salto que a la postre ha transformado, está transformando, esta tierra.
“Aquí teníamos neveras cuando en Melilla había ya frigoríficos, y hacía falta afrontar el futuro con seriedad y ganas. Tuvo mucha importancia aquel gran alcalde que fue Emilio Pérez Manzuco.
Hizo lo que hace una persona inteligente, un político responsable, rodearse de buenos concejales. Hizo un buen equipo que logró plantearse metas ambiciosas, que favoreció la vida de la ciudad. Entonces empezó todo lo del aeropuerto, por ejemplo”.
Un perfil huma