Me recibe Rosa, la mujer de Felipe Ortiz, entro al salón de la casa y aparece el Maestro de la fotografía, un zapillero de pura cepa que está recuperándose después de un sustillo que le he dado la vida. Es el genio de la fotografía, una persona muy querida en su barrio y en toda Almería.

LA VOZ tuvo la suerte de colarse en su baúl de los recuerdos, una habitación pequeña, pero cargada de historia, de mucha historia. Miles de fotografías repartidas, como si fueran lingotes de oro, en más de diez discos duros. Felipe Ortiz no sabe las fotografías que tiene; igual necesitaría otra vida para contarlas.

Un hombre bueno

Se sienta en su silla para darse una vuelta por la historia del deporte de Almería. Observa, pasa las fotografías como si fuera su primer día viendo esas imágenes, unas en blanco y negro, otras en color.
Se le ve como emocionado mirando las fotografías que tantos años tienen. Su baúl de los recuerdos es un tesoro, y dice: “¡Rafa!, te voy a enseñar las máquina de fotos que me regaló mi padre en los años 60”. Yo me emociono, esperando que abra la puerta del armario y saque un tesoro más, su tesoro. Rosa, muy atenta, vuelve a la habitación por si necesitamos algo.

Antes de irme me recuerda una cosa importante: “Me gustaría que pusieras que estoy muy agradecido a la Clínica Neuroal por el trabajo, profesionalidad y dedicación conmigo”.

Dicho y hecho, pero volvamos al inicio de la conversación: “Mis primeras fotos las hice cuando iba a ver a mi hermano Pepe jugar al fútbol en Melilla, nosotros somos de allí. Creo que tenía unos 15 años cuando conocí el mundo de la fotografía, hoy tengo 69 años y muchas ganas de volver al Estadio de los Juegos Mediterráneos para hacer las fotografías de los partidos del primer equipo. Espero estar mejor cuando vuelva la Liga”, comenta.

Se emociona cuando dice que “me han dado el primer premio que otorga el Colegio de Fisioterapia de Andalucía; ha sido como un subidón”. Desvela su secreto para hacer una buena fotografía en un partido de fútbol: “Estar muy pendiente del juego y adelantarte a la jugada. Suelo hacer unas 6.000 ó 7.000 fotografías en un partido”. Va por la calle “viendo fotos”, dice. “Ya no sabría vivir sin la fotografía, imposible, voy a rehabilitación y hago fotos a los enfermos”, desvela. Cierra su baúl de los recuerdos y ahí, en esa habitación, siguen sus tesoros, su vida... “La cámara siempre va conmigo, es como si fuera un hijo más...”.