Con más dinero que sus antepasados y con los mejores números de todos los tiempos noto al presidente del Almería cansado de cargar con la pesada cruz. No es de obligado cumplimiento ser el dueño de una entidad deportiva, pero siendo esta una empresa más de su familia: gasta.

Está delegando funciones en sus hijos y se toma un respiro, pero sabe bien que en esta bendita tierra no nos gusta cambiar y si el Almería es de Alfonso García Gabarrón tenemos que verlo y tocarlo: no hay otra.

Todos sabemos que la victoria tiene muchos padres y a la derrota no la conoce ni la madre que la parió, por ello, es tiempo de reconocerle todo lo que nos ha dado y asimilar que los últimos cursos deportivos le han mantenido al borde de un ataque de nervios.

Cuando tomó el club todo estaba por hacer y ahora tiene la sensación de haber realizado todo. En plena madurez sabe que lo que viene necesita de aires nuevos. Sus hijos Alfonso y Lorena están preparados para tomar el relevo y para oxigenar su labor, pero no se marchará. Como mucho esperen que de un paso, pero sin despegarse de un club que sigue siendo su ojito derecho.

Alfonso García está gastado por el poder y la gloria que le ha dado al Almería. Va camino de 20 años de gestión y esto quema mucho. Batidos todos los récords, a los ganadores solo les espera la retirada, pero no se va. Sigue mirando con sus ojitos ilusionados un tiempo mejor para el Almería. Pide un relevo. No lo hay.

Ya no es aquel presidente que se pasaba las noches firmando a golpe de teléfono por Argentina. Muchos de aquellos que lo elogiaban, hoy le piden que venda el club. Esto es el fútbol. Así es la vida.

Va camino de 20 años cargando con la cruz rojiblanca.

Necesita un relevo.