Hay noches que no avisan, que se apagan. No suenan alarmas, no hay cuenta atrás. Solo un chasquido invisible y se va la luz. A las nueve de la noche de este martes 15 de julio, Aguamarga se quedó a oscuras. Sin previo aviso. Sin explicación.

Lo cotidiano —un refresco frío, una cena al aire libre, unas tapas en La Plaza, un paseo por la orilla— se convirtió en susurros, pasos inseguros, móviles buscando señal y velas improvisadas. Las farolas se apagaron de golpe. Las heladerías se quedaron con los conos a medio servir. Las calles, sin rumbo.

El corte eléctrico afectó al núcleo costero nijareño, uno de los enclaves con más vida del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar y, en estos días de verano, lleno de visitantes. La incomunicación estaba servida. Además del apagón, la mayoría de los teléfonos móviles dejaron de funcionar. Solo algunas operadoras, como Vodafone y Orange, mantuvieron la conexión. El resto, sin cobertura. La gente se miraba sin saber si lo suyo era un fallo de móvil, una avería general o el principio de algo más grande. Algo similar a lo vivido el pasado 28 de abril. 

Cenas truncadas y bares cerrados

Muchos establecimientos intentaron resistir, pero la realidad se impuso. Sin luz y sin datáfonos, la mayoría de los bares y restaurantes tuvieron que cerrar antes de tiempo. Belén Nieto, vecina de Aguamarga, no tenía muy claro qué pasaba: “Son casi las doce y no ha venido la luz. Una pena ver cerrar los restaurantes. Los padres con críos no sabían qué hacer, los camareros estaban apenados”. En una palabra: caótico. Nadie sabía qué estaba pasando. Otra veraneante añadió: “Las calles a oscuras y aquí todos aguantando el tirón”. 

Apagones como estos no se anuncian, solo interrumpen. Los bares lo supieron bien. Continuaron el servicio con las tapas frías, hasta que no tuvieron más remedio que cerrar. Un hombre que estaba en el bar La Plaza lo cuenta para LA VOZ: “Cuando ya no pudimos tomar nada más, nos fuimos a Ajoblanco. Allí nos sirvieron unos platos fríos, unas gildas divinas”. Con risas, comenta que Aguamarga es “maravillosa, sin un minuto de aburrimiento”. 

Y entre tanta oscuridad, el restaurante La Villa se hizo su hueco. Resistió como pudo. Atendió a casi un centenar de clientes, manteniendo la calma. El resto, a oscuras. La Policía Local de Níjar confirmó haber recibido llamadas, alertando de las incidencias comentadas.

La luz volvió a las dos de la madrugada

Cinco horas duró el apagón. La electricidad regresó sobre las dos de la madrugada, aunque de forma progresiva. Y sin embargo, la vida durante esas horas se sostuvo, por un rato, en pequeñas cosas. A tientas, pero con humor. Algunos compartieron terrazas en la oscuridad. Otros se buscaron entre calles sin farolas. Hubo quien se quedó sin cenar y quien improvisó con lo poco que quedaba en la cocina.

En plena temporada alta, Aguamarga vivió una noche insólita. Una sin luz. Pero lo cierto es que, en este martes a oscuras, lo importante se quedó allí. Flotando. Donde suceden las veladas que se apagan sin previo aviso. Como esta.