La Voz de Almeria

Carboneras

La almeriense que mantiene viva una técnica ancestral para cocinar el pescado en Carboneras

Ángeles Alonso Díaz sigue oreando el pescado como le enseñaron sus padres y sus abuelas hace más de 60 años 

Ángeles Alonso Díaz oreando el pescado en su terraza de Carboneras

Ángeles Alonso Díaz oreando el pescado en su terraza de CarbonerasAna López

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Cuando amanece en Carboneras, el sol se posa suave sobre los alféizares, la brisa sube desde el puerto y el pueblo despierta despacio, como si aún soñara con el mar. Las calles huelen a sal, a humedad recién templada, a pescado y a redes secas. Desde lo alto, en una de las terrazas encaladas que asoma al Paseo Marítimo, alguien coloca cuidadosamente pescado fresco sobre una red, llevando a cabo una técnica ancestral que ha recorrido generaciones carboneras: el oreado

Es una coreografía silenciosa: el pescado abierto, el sarso extendido al sol, las manos que tienden, tapan y esperan. No hay prisa. Porque mientras la mayoría se rinde al ritmo del supermercado, Ángeles Alonso Díaz, criada en una familia marinera, lleva desarrollando este método desde niña. Bajo el cielo, al aire libre y con paciencia, su madre y sus abuelas se la enseñaron hace más de seis décadas. Hoy, después de tanto tiempo, sigue haciéndolo igual. Lo que para muchos puede ser una rareza, para ella es costumbre, herencia y una forma de vida y recuerdo

La red sobre la que Ángeles Alonso Díaz tiende el pescado

La red sobre la que Ángeles Alonso Díaz tiende el pescadoAna López

La técnica: el oreado del pescado

El oreado no es una práctica cualquiera: es casi un ritual. Como cuenta Ángeles, consiste en “colocar el pescado abierto, limpio y salado en una red llamada sarso y dejarlo al aire durante varias horas, para después asarlo”. Así, la propia naturaleza hace su trabajo: el viento seca y realza los sabores. “Lo tiendo y lo tapo con la red para que no le piquen las moscas. A las tres o cuatro horas, depende del viento, está listo para recogerlo y asarlo”. Ella lo narra con el tono de quien ha repetido esta tradición toda una vida. 

Las redes se cuelgan en los tejados o en patios ventilados. El pescado —saltones, algarines, algún trozo de atún— se expone con tranquilidad. El tiempo y el aire del Mediterráneo hacen el resto. Además de conservar el alimento, se potencia su sabor y textura. No hay nada similar. 

Ángeles Alonso Díaz oreando el pescado en su terraza de Carboneras

Ángeles Alonso Díaz oreando el pescado en su terraza de CarbonerasAna López

Una costumbre en peligro de extinción

“Mi vida ha sido la mar, todos somos de la mar. Yo he estado trajinando con el pescado siempre. No he salido a faenar, pero he visto salar y tender desde niña”, recuerda. Ángeles habla con ese deje almeriense suave y decidido, que va desgranando memoria, mientras recuerda cómo coloca el pescado en la red y cómo se seca lentamente. 

Y aunque Carboneras cambie, ella continúa, igual que hacían las mujeres hace años. “Casi siempre eran las mujeres las que oreaban. Los hombres venían de la mar y a la mar iban”. Por ello, cuando le preguntan si el oreado se sigue haciendo hoy en día, lo tiene claro: “Cuántas cosas se están perdiendo”, afirma con pena. 

Pero ella no se detiene. Siempre se ha movido mucho y nunca ha parado. En sus manos se unen la rutina y la resistencia. No quiere que esto desaparezca. “Es la tradición de mi madre y de mis abuelas. Eso no se puede olvidar”. 

Foto de archivo del Puerto de Carboneras

Foto de archivo del Puerto de CarbonerasLA VOZ

Memoria viva en una terraza de Carboneras

Ángeles Alonso no necesita libros de historia ni documentales para defender su patrimonio. Cada pescado que orea en sus manos es una página viva. Su terraza no es solo un espacio doméstico: es un altar cotidiano donde se honra al mar, a las mujeres del pueblo y a una manera de vivir que resiste contra el olvido.

Y es que cada vez que Ángeles cocina el pescado de esta forma, sus nietos y sus hijos son conscientes de lo que supone mantener viva una tradición como esta. Es entonces, en estos pequeños gestos, cuando Carboneras vuelve a ser la que era antes. Aunque solo sea por un instante. 

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