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El ensordecedor mundo de Conchi

El ensordecedor mundo de Conchi

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Después de dos semanas en coma y tras estar dos meses en el hospital, Conchi consiguió superar una hemorragia cerebral. Desde ese momento padece una hemiparesia en el hemisferio derecho del cerebro, que entre otras secuelas le ha dejado hiperacusia.

Su familia piensa que “la sociedad no está concienciada con esta enfermedad” y que “los lugares no están tan acondicionados como pueden estar para un invidente o un minusválido”, pero piensan que es porque la enfermedad no es lo suficientemente conocida.

La hiperacusia consiste en que los sonidos se perciben de manera más aguda y sobre todo mucho más altos de lo que los percibe una persona normal. Para reducir el ruido que le rodea tiene que llevar tapones especiales en los oídos hechos a medida. Esto hace que la vida ahora le resulte un poco más complicada a ella y a su familia. Conchi no puede salir mucho a la calle, ni los que están a su alrededor pueden realizar movimientos bruscos porque le resulta muy molesto.


Dificultades

Su marido cuenta que la enfermedad  les ha “aislado un poco del mundo” ya que no pueden ir a tomar una cerveza a menudo, ir a dar una vuelta por su barrio tranquilamente e incluso se pierde citas familiares importantes como el bautizo este fin de semana de su sobrino, a quien Conchi ha tratado mucho y que quiere “con locura”.

Hasta hace tres meses, Conchi acudía a la piscina del Centro Deportivo de El Parador para hacer ejercicios que le ayudaban “tanto física como psicológicamente”, pero tuvo que dejar de ir a clase porque otros usuarios se quejaron del volumen demasiado bajo de la música y tuvo que empezar a hacer los ejercicios por su cuenta.

Su marido pone esto como ejemplo para pedir “un poco de solidaridad y ayuda para que las personas que padecen esta enfermedad puedan adaptarse mejor a la sociedad y no encuentren tantas barreras”. Desde que volvió a casa, Juan ha intentado por todos los métodos que su mujer retome todas las aficiones que tenía anteriormente. Hay algunas que son muydifíciles de realizar como es ir al teatro, a donde solían ir a menudo hasta hace cuatro años. Pero tras su enfermedad tuvieron que dejarlo porque “le resulta muy difícil estar toda la obra por los aplausosy el ruido que proviene de los altavoces”, explica él.

Lo que no ha dejado nunca ha sido la pintura. Tras la hemorragia lo pasó mal “ya que apenas podía pintar, pero tras un tiempo yendo a clase consiguió mejorar mucho y firmar varias obras”, aclara su hija Beatriz.


Superación

Además de la hipercusia, el derrame cerebral le produjo afaxia, por lo que le cuesta más comunicarse y comprender los mensajes de los demás. Su marido explica que para que Conchi te entienda le debes hablar muy despacio y vocalizar mucho. Cuando está viendo la televisión, hay que estar en completo silencio porque no entiende todas las palabras que se dicen y hay veces que saca el significado por el contexto de la situación. Para paliar estos déficits en el habla y en la escucha, acude a diario a la escuela de mayores de Aguadulce.

Pero ella se siente orgullosa de decir que la mejor enseñanza la recibe por parte de su marido y de su hija. De Beatriz, cuentan Conchi y Juan que es “su mejor logopeda porque se esfuerza continuamente para que intente hablar y pronunciar palabras difíciles”. A la vez se siente apenada porque su hija es pianista y ahora no pueda oirla porque el sonido del piano es  demasiado fuerte; “aún no está preparada para escuchar, pero espera algún día poder hacerlo”.

Conchi y su familia quieren que “la sociedad entienda que existen enfermedades poco conocidas pero que hay personas que las padecen y su adaptación es más difícil por la existencia de numerosas barreras que tenemos que intentar paliar entre todos”. Por ahora lo que pueden hacer es contar su historia.


Nueva vida


Tras la hemorragia cerebral la vida de la familia Yeste Martínez ha cambiado por completo. Cuando Conchi llegó, tuvieron que enseñarle a andar porque se le había olvidado cómo se hacía. Hoy puede hacerlo con total normalidad. Además, en cuatro años, han conseguido que vuelva a hablar y  que puedas mantener una conversación con ella y entienda practicamente todo lo que dices.

Su marido y su hija han tenido que aprender a ser cuidadosos con los ruidos que se hacen en casa, porque que se caiga un vaso al suelo puede ser un sonido que le dañe el oído.

También han tenido que adecuar la casa a las nuevas necesidades, poniendo ventanas de doble fondo para que lo sonidos de la calle sean menos perceptibles para el oído de Conchi, aunque su marido explica que “lo pasa muy mal cuando pasa el camión de la basura o hay una máquina excavadora haciendo obras”.


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