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Muere Pepe el telegrafista

Era granadino de Loja pero vivió más de 50 años en Garrucha

José López fue jefe de Correos y Telégrafos en Garrucha.

José López fue jefe de Correos y Telégrafos en Garrucha.La Voz

Manuel León
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José López Daza, que se acaba de ir con 80 años, cambió de mote en el pueblo en cuanto cambió de puesto. Cuando llegó en el año 1970, a una Garrucha que estaba aún en la edad de la inocencia, era Pepe el Telegrafista y a la vuelta de los años, cuando fue ascendido, pasó a ser apodado Pepe el de Correos.

Cambió de apodo, pero era el mismo. Pepe, telegrafista o jefe de la oficina postal, fue siempre el mismo; toda su vida fue el mismo hombre serio, apocado a veces, con pinta de cumplidor -un probo funcionario que se decía entonces- atento en el trabajo, sin descuidar ni un segundo su deber como depositario de tanta carta, de tanto giro postal, de tanto paquete contrareembolso. Porque al fin y al cabo, un jefe de Correos es eso: un cancerbero de la correspondencia de un pueblo de o de una ciudad, un paladín de esas letras lejanas que llegan -llegaban mejor dicho- escritas por un hijo desde el cuartel de la Mili o desde un colegio universitario de Granada o del puño y letra de un emigrante en Francia o en Barcelona que le escribía a su familia unas frases cargadas de melancolía. Todo eso lo custodiaba Pepe, sin él casi ni imaginarlo, en esas sacas que llenaban su oficina, cuando aún no se había inventado el e-mail.

Pepe nació en 1945 en Loja, el pueblo de los roscos nacarados y con 25 años obtuvo plaza de funcionario de la escala auxiliar de Telecomunicaciones con un sueldo de 9.600 pesetas mensuales. Fue destinado la oficina telegráfica de Garrucha, que estaba situada en la calle Hernán Cortés, la misma de los futbolines de Pedro Cortés (allí acudía casi a diario, Pepe, a jugar al billar, su pasión, en duelos apoteósicos con el Chorrete, el Quique o el Miguelea). Enfrente de su despacho estaba la casa que fue del médico don Antonio Lacal y de la familia Balhsen, al lado de la cámara frigorífica de la Cofradía de Pescadores, donde se guardaban los atunes y las agujas que capturaban los barcos a la marrajera.

Allí tenía Pepe su despacho antediluviano, compuesto de un mostrador de madera, una mesa tan austera como él, un teléfono de baquelita anclado en la pared encalada y la máquina telegráfica en una mesa auxiliar: punto, raya, punto... y todo lo que implicaba dominar, como él dominaba, el código Morse. Lo recuerdo de niño asomado a la ventana, tomando aire, con un cigarrillo en los labios, mirando la plazoleta y la fachada de la casa que fue de don Simón Fuentes y de los Sánchez-Sicilia. Era un tiempo en el que le gustaba la fotografía y se encargó de retratar aquellos rodajes de Curro Jiménez, que le quedaban enfrente de su casa o los barcos de la Isla del Tesoro en el Puerto.

Después se unificó Correos y Telégrafos y Pepe sustituyó a José Lázaro en Correos, en la oficina de la calle Mayor, al lado de donde estuvo el despacho de licores de Marcos Martínez. Trabajó Pepe con Antonio y Pedro el Porreras, Pedro el Medio Kilo, Alonso el Colorao, Joaquín el Lobo o Juan el de don Ginés, entre otros carteros; heraldos que repartían las cartas por todo el pueblo caminando o en moto hasta el Maricielo, con aquellas camisas color azulete, con la saca al hombro cargada de buenas y no tan buenas noticias. Fueron más de 50 años en un pueblo que no era el suyo, pero donde pasó la mayor parte de su vida. Lo vi por última vez hace unas semanas, contento, porque iba a cambiarse a una nueva casa en donde estuvo el cine. Pero no ha podio estrenarla este Pepe el de Correos, que antes fue Pepe el Telegrafista- tan serio, con ese aire de fiel cumplidor de su trabajo.

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