El culto a la vida
El culto a la vida
Lo primero que llama la atención en el templo Filadelfia de Los Almendros es que se está quedando pequeño. Destaca también la ausencia de imaginería religiosa. Ni una triste cruz. En la primera fila, un coro femenino arranca con una loa al Espíritu Santo, arropada por un vigoroso quinteto de cuerda y percusión. El pastor, Biblia en mano, toma finalmente el púlpito. Durante hora y media, su palabra guía a los presentes por fases de profundo recogimiento o de exaltación mística, generando un aire emotivo y renovador. Con el local ya vacío, Juan Aracil, el pastor, describe lo sucedido como el choque de dos polos: condiciones socioeconómicas precarias y la certeza compartida "in situ" de que la etnia gitana ha comprendido por fin "como sentirse a sí misma con plenitud".
Aun siendo todavía una práctica minoritaria en Almería, el pentecostalismo Filadelfia está en alza. Una razón clave es su probada eficacia frente a los estragos de la droga y la delincuencia. De hecho, es común que los predicadores saquen a relucir su turbio pasado como piedra de toque en la homilía. Pero a lo largo de este oscuro pasaje la historia gitana, las sufridas amas de casa han logrado criar, a menudo contra viento y marea, una generación sana cuya preservación las convierte en piedra angular de un movimiento empeñado, como dice Aracil, en "forjar un hombre nuevo, definido por las buenas formas". Llegados a este punto, añade el pastor, la "obra" del Culto con la juventud se centra en "el comportamiento": “nuestra educación religiosa implica el aprecio por la educación civil”.
Jesús Ayala, director del colegio público Los Almendros, destaca sin reservas la "brillantez natural" del alumno gitano, pero recalca "incompatibilidades culturales" que propician el absentismo adolescente: “muchas familias del barrio se pasan el día comerciando fuera, con esquemas por lo general poco rentables que absorben toda la ayuda disponible en casa”. Según José Santiago, un comerciante de Pescadería, converso desde los albores del evangelismo almeriense, la mejora productiva ha sido siempre un caballo de batalla entre su gente. Santiago integra esa armada de venta ambulante gitana que compite con el inmigrante africano por un mercado pulcro y transparente. Con un hijo ya universitario, dice, su firme marcha empresarial, "con permiso de la crisis", tiene una base religiosa: “queremos que nuestro cambio se deje sentir en la sociedad y el puesto nos brinda una ocasión de oro”.
Valores y costumbres
Pero la modernidad Filadelfia se faja también en otro frente, abierto en el mismo corazón del "ser gitano". Valores como la no violencia, el status renovado de la mujer o el rechazo al "todo vale" como medio de vida, parecen en tensión con la visión del patriarca "de vara" como foco de autoridad. Antonio "el Chato", miembro distinguido de la congregación evangélica del Puche y experto en mediación intergrupal, matiza esta percepción definiendo su iglesia como "un acto de enriquecimiento cultural, crítico con las costumbres": “el problema de nuestro pueblo es que la ignorancia y la histeria han dado fundamento a actitudes contraproducentes”. Al patriarca tradicional, añade, se le trata "con respeto y comprensión, ayudándole a saber lo que conviene": “nuestro objetivo es un patriarcado con buen criterio".