En Mojácar, el olor a jazmín ya comienza a disiparse para dar paso al olor a pólvora. Los intensos colores de sus geranios pasan a un segundo plano, por el destello de la purpurina, de las lentejuelas, del cálido sol reflejado sobre las hojas de las dagas y espadas. Sus rincones, sus plazas, se convierten en kábilas y cuarteles. El ir y venir diario de sus habitantes se ha hecho mucho más intenso a lo largo de estos días y cada hora en punto, desde el campanario de su iglesia fortificada, ya no suenan las campanas sino los compases de ‘Paquito el chocolatero’, que vienen a anunciar el inicio de unas jornadas festivas conocidas dentro y fuera de la provincia. Sin vencedores ni vencidos, un año más, comienzan las Fiestas de Moros y Cristianos de Mojácar.

Origen de las fiestas
Un cuarto de siglo ha trascurrido desde que unos “sabios locos”, influenciados por la tradición de esta festividad en el Levante español, decidieron realizar una modesta conmemoración del V Centenario de la Capitulación de la Mojácar musulmana ante las tropas cristianas. Fue en 1988 cuando, liderados por Carlos Cervantes Zamora, un grupo de amigos con ganas de fiesta fundó la primera de las agrupaciones de las siete que hay en la actualidad, la de Moros Viejos.

Cerca de doscientas personas de la población alicantina de Calpe –que regresarán en esta edición- ayudaron a esta agrupación mojaquera en el primer año de su andadura, con sus trajes, su música y esa bebida especial a base de licor de café que ayuda a mantenerse en pie durante todo el finde semana. Ese espíritu abierto y de confraternización es el carácter que ha querido imprimir este colectivo moruno a todos sus actos y actuaciones: un punto de encuentro para la amistad y la diversión con todos y para todos.

Desde hace 25 años que se recuperó una tradición largamente olvidada en esta población almeriense, es indiscutible el auge que, gracias a la ilusión, el esfuerzo y cariño de sus gentes, ha tomado este evento festivo en el calendario turístico de los operadores nacionales e internacionales.

Sin santo, ni patrón
Hoy día, son muchos los convencidos de que el éxito de los Moros y Cristianos mojaqueros se debe a la raíz totalmente popular en la recreación “historicista” y campechana de aquella fiesta histórica. Fiesta que surgió al margen de estamentos oficiales y corsés institucionales; rompiendo moldes respecto a los diversos festejos usuales en el calendario de cualquier población, ya que no se amparan bajo ningún santo ni patrón al uso.

Durante tres días se suceden los espectáculos que definen a la fiesta: acuartelamiento en kábilas y fortalezas bien pertrechados de bebidas y viandas, el desembarco de las tropas de apoyo y lucha sin cuartel en las arenas de la playa o el glorioso desfile de las tropas con el fastuoso colorido de los uniformes de gala, poniendo el colofón a todos estos acontecimientos.