Tipos como ese deben quedar muy pocos. Pareciera el protagonista de una parábola del Nuevo Testamento con Jesús predicando principios morales desde un altozano a sus discípulos. Este acto heroico del que les hablo, sin embargo, no ocurrió hace 2.000 años en Galilea, sino aquí mismo, en una calle de Almería, protagonizado por un ejemplar almeriense. Lo narraba Adolfo Iglesias el pasado domingo en este mismo periódico: “un vecino devuelve un fajo de billetes encontrado en la calle”. Resulta que el anónimo vecino, que no ha querido revelar su nombre, se encontró con un taco de cash flow junto a un árbol en la misma rúa y en vez de echárselo al bolsillo y acelerar el paso, llamó a la Policía Local para devolverlo. El épico almeriense, además, aclaraba que en ese momento no había nadie en la calle que pudiera verlo, incluso llegó a pensar que era una cámara oculta. Pero no, como en una película de Capra, prefirió pensar: “esto no es mío, este dineral no me corresponde”, a pesar de que cobra tan solo unos 600 euros al mes en su trabajo. La historia es para reconciliarse con el género humano. Al poco de llamar, se presentó un agente en moto y le hizo entrega del dinero liado en una goma. Ahora, los billetes permanecerán consignados en el departamento de objetos perdidos, a la espera de que su propietario lo reclame (no me digan que no parece una película de Berlanga o la antítesis de Toma el dinero y corre de Woody Allen). La normativa establece que el George Bailey almeriense que perdió el dinero tiene dos años para reclamarlo. Si no, pasará al vecino que lo halló.