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Una familia más que numerosa

Una familia más que numerosa

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Pocos conocen la labor que realiza el Instituto Almeriense de Tutela y aún menos gente sabe que fue la Diputación de Almería la primera institución española en crear un centro de estas características y la encargada de exportar la idea a otras muchas ciudades.



Con 22 años de vida, este centro tiene actualmente 95 usuarios, personas adultas que, sin tener plenas facultades para regir su vida o su patrimonio, necesitan a alguien que les ayude a seguir adelante.



Llenar un ‘vacío’



Será un juzgado el que dicte la necesidad de que una persona necesita formar parte de un centro de tutela, entidades que vienen a respaldar a un perfil de discapacitado al que la ley actual, que data de los años 90, no recoge, aquellos que no tienen familia y tampoco una enfermedad tan grave que les obligue a estar internados en un centro, pero que en algún aspecto de su vida no pueden valerse por sí mismos.



En el Instituto Almeriense de Tutela se les protege, se promueve su mayor nivel de autonomía posible, a la vez que se forma a profesionales de este sector. Su actual director es Francisco Alonso, que entró en el cargo el pasado 1 de agosto. Junto a él colaboran un trabajador social, un psiquiatra, una administrativa y una coordinadora que se han convertido en el apoyo diario de cada usuario; sin olvidarse de la veintena de voluntarios que en toda la provincia colaboran con la isntitución.



Son asociaciones sociales que han realizado un convenio con la Diputación las encargadas de gestionar los centros especiales en los que viven estas personas, y en otros casos se trata de usuarios que tienen su propio hogar, pero necesitan un apoyo continuado. “Hay que tener en cuenta que contamos con tutelados muy diversos y que tienen muy distintas discapacidades. Así, algunos se encuentran en residencias, otros en hospitales o centros psiquiátricos, otros en pisos tutelados, casas-hogar o en viviendas particulares”, explica Alonso, que indica que “en algunos casos necesitan una atención continuada y en otros solo requieren cierto control o ayudas, que pueden ir desde vigilar que lleven a cabo sus tareas del hogar, comprarles ropa, un colchón o, incluso, administrar sus bienenes y procurar, por ejemplo, que estos les renten”. Así, “hemos llegado a cerrar aquí el alquiler de un invernadero”.



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