Puede que haya quien piense, como la escritora francesa Simone de Beauvoir, que la familia es “un nido de perversiones”, afirmación que se entiende mejor si se piensa que ella convivía con el filósofo Jean-Paul Sartre, al que uno no imagina especialmente jovial y chispeante. De hecho, entre ellos se trataban de usted, dicen que en todo momento. Pero no nos desviemos. Perversiones al margen, lo cierto es que la familia es la base de la sociedad humana y que no hay nada más lindo que una familia unida, como cantaban los payasos de la familia Aragón, quienes, por cierto, acabaron enemistados irreconciliablemente y entablando ásperos pleitos por los derechos –entre otros- de ese himno a la Familia. Y no sé si la familia Griñán estará tan unida como la familia Ingalls, los de la Casa de la Pradera, pero lo cierto es que Manolo Griñán, uno de los hijos del ex presidente de la Junta de Andalucía, Pepe Griñán, ha hecho pública una carta en la que relata el sufrimiento familiar provocado los ERE fraudulentos, caso por el que la Fiscalía Anticorrupción pide seis años de cárcel para su padre. La carta señala dos cosas que creo ciertas. La primera es que el tema les ha supuesto un calvario insoportable. Y la segunda es que su padre no se ha llevado un duro. Personalmente estoy convencido de ambas. De la primera, porque resulta algo obvio. De la segunda, por lo poco que conozco de la trayectoria y del talante personal del señor Griñán. Insisto en que creo que Pepe Griñán no metió la mano en caja para beneficiarse él mismo. Ahora bien, siguiendo la estela que deja el pensamiento lógico, resulta altamente improbable que el máximo dirigente de una administración tan minuciosamente jerárquica como la Junta de Andalucía no tuviera conocimiento de los movimientos de una trama organizada de saqueo sistemático de fondos públicos destinados a los parados andaluces, con la colaboración y connivencia de sindicatos y empresarios amigos. Seguro que tu padre no es un ladrón, Manolo. Pero seguro que tampoco es tonto.