La Voz de Almeria

Opinión

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Viernes 17 de junio. Un destacado dirigente del partido popular almeriense es entrevistado en la televisión local. Repite con énfasis el argumentario de su partido. “Amigos y amigas, estamos ante un reto histórico: o gobiernan los comunistas, esa amalgama de partidos que se quieren llevar por delante el país, o gobernamos nosotros, que somos la moderación y el buen hacer” Fin del discurso.


La derecha  Los mensajes a visualizar son claros. El primero sería que estas elecciones sean un plebiscito entre Rajoy e Iglesias y segundo, silenciar otras alternativas plausibles como la de los socialistas y ciudadanos. Un discurso simplista, pobre ideológicamente, más del pasado que del futuro y, además, peligroso. La retórica de las dos Españas que estaba, sino superada al menos olvidada, vuelve a la escena electoral.
El espíritu conciliador que impregnó nuestra Constitución se difumina con este discurso del miedo al otro, aunque, una sociedad madura como la española es difícil que asuma esta retórica sobreactuada. Hay demasiado marketing y exageración, lo que le resta credibilidad. A estas altura volver con el fantasma del comunismo es de una frivolidad absoluta. ¡La derecha necesita una renovación en sus ideas y un recambio generacional con urgencia!


La izquierda  Sábado 18 de junio en La Taberna del Zapillo. Un grupo de amigos debaten sobre las elecciones. Hay momentos de tensión, las críticas al PSOE y al PP son ácidas, duras. El dialogo es sincero y emocional, y la retahíla de lamentaciones es abundante, desde las colas en la Cruz Roja hasta los que solo tienen 400 euros de ayuda. La propuesta de repartir del trabajo y bajarse el sueldo, como en su día propuso el economista Paul Krugman es recibido con un silencio general. Fin del discurso
La derecha de estas cosas habla poco y la izquierda eso sí, palabras, palabras y palabas. Desde luego, motivos para la indignación y la queja hay, sin duda. Pero qué hacer y cómo, más allá de culpar a unos u otros y buscar chivos expiatorios que sirvan para aplacar el malestar social. Pues ya sabemos dónde conducen las retóricas emocionales que dividen entre “ellos” y “nosotros”
La socialdemocracia necesita reconstruir su relato, más allá de la negación de la derecha a la que estamos habituados, reflexionar sobre los nuevos tiempos y confrontar sus ideas con los demás, sin demagogias ni populismos, ni aires de superioridad, aunque choque con fuertes resistencias en nombre de dogmas caducos como diría Jean-Marie Colombani.


La concordia  Este país necesita encauzar sus divergencias con inteligencia, sin enmascarar ni tapizar las injusticias, pero con ese fondo de afecto que simboliza la fraternidad o la concordia humana. Y qué mejor que reivindicar nuestro legado ilustrado y europeísta que dejó su huella en figuras históricas como Giner de los Ríos, Laín Entralgo, Vicen Vives, Antonio Machado, Aranguren y tantos otros. 
Es la tercera España, como la llaman algunos, que encarna los valores reformistas, que reivindica la igualdad junto a la libertad, que puede tener la bandera republicana y la bandera monárquica. Es decir, una España no combatiente, sino pacificadora, pactista y dialogante, que considera mejor practicar el humilde compromiso o el arreglo para ir tirando que no las grandes utopías que sabemos dónde pueden llevar.


Epílogo  Alain Finkielkraut, uno de los pensadores que mejor ha reflexionado sobre el malestar de nuestras democracias considera que lo que nos ocurre es una crisis del vivir juntos. “Damos la alarma sobre esta crisis y a la vez orquestamos el desastre, pregonamos la paz y al mismo tiempo alimentamos los odios. Es el momento, afirma,  de poner los relojes en hora y de hacer frente con decisión y valentía a un régimen exangüe y un proceso inexorable”.


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