Tu calle no es recinto ferial
Puede que haya quienes consideren que el gobierno de las ciudades es un arte, como decía Cicerón, pero desde que las decisiones políticas se alejan de los foros y se acercan a los tuiters, el futuro ya no es lo que era. Así que algo habremos de hacer para adaptar las ciudades a un tiempo que es nuevo porque cambian los usos sociales y no por los resultados electorales. La modernidad es lo transitorio, lo fugaz, lo contingente y la mitad del arte, decía Baudelaire cuando no estaba hasta las trancas de absenta –o quizás sí- en una buhardilla parisina. Y del mismo modo que la capital francesa ha cambiado desde los tiempos en los que el delirio podía ser tremendamente poético, Almería también es muy diferente de la ciudad que conocimos como niños. Por lo tanto, parece muy difícil defender desde cualquier aspiración de modernidad la conveniencia de seguir celebrando fiestas de barrio con carruseles y freidurías en mitad de la calle, con avenidas cortadas y desparrame megafónico. Así se celebraban algunos mercadillos muy populares, que al interrumpir la circulación eran como una tromboflebitis urbana que convertía barrios enteros en zocos cargados de hálito oriental y gárrulo andaluz. Y del mismo modo que se han buscado ubicaciones alternativas a esas concentraciones comerciales, habrá que admitir que una ciudad de casi 200.000 habitantes no puede seguir anclada en prácticas impropias de los estándares de una ciudad moderna. Otra cosa es que alguien quiera seguir, por razones empresariales o políticas, instalado en el discurso lugareño de la tom-tom-tómbola y la caravana de gofres bajo la ventana. Habrá que buscar ubicaciones estables para que estos profesionales sigan trabajando, haciendo compatibles los derechos al ocio y al negocio con el descanso. O eso, o que quien esté a favor ofrezca su calle como recinto ferial. Y que se lo explique luego a sus vecinos.