Ya sé que usted es uno de esos lectores concienciados de que, efectivamente, otro mundo es posible y que las administraciones deben dar un paso al frente en la superación de viejos modelos lastrados por décadas de ineficacia, corrupción, clientelismo y otras taras sistémicas que aconsejan borrón y cuenta nueva. También sé que usted está harto de políticos que llegan al cargo y al sueldo sin más mérito que la militancia, la consanguinidad o el colchón. Por eso usted, que es una persona formada, con criterio ponderado y que ha votado alguna vez a los dos grandes partidos españoles, decidió en las últimas municipales dar un golpe en la mesa y dar su voto a Podemos, esa formación juvenil, rompedora y tan cargada de posibilidades. Entiendo que usted fuera de los que se cachondearan, con vergüenza ajena primero y retranca después, cuando escucharon a la ex alcaldesa de Madrid, Ana Botella, con su macarrónico inglés de café con leche. Yo le entiendo. Ahora bien, lo que no entiendo es que usted, que es una persona razonable, no reaccione del mismo modo ante el festival non-stop de majaderías que están haciendo, diciendo y proponiendo todos esos alcaldes que tan simpáticos le parecían y que tantas esperanzas despertaron. Dígame ¿qué le parece que la alcaldesa de Madrid quiera poner a los niños a recoger colillas por la calle? ¿Y a sus madres a barrer los colegios? ¿Le produce eso menos bochorno que la ridícula pronunciación del inglés de su predecesora? Pero no nos quedemos en la anécdota. Vayamos al fondo. En la Puerta del Sol, corazón y rompeolas de todas las Españas, hay dos placas: la de los Héroes del Dos de Mayo y la de las Víctimas del 11-M. ¿Le parece serio que esta señora quiera homenajear con una placa similar a los perroflautas que acamparon allí ensuciándola durante semanas? ¿De verdad le parece que eso es el cambio que necesitaba la política española? Bueno, le recuerdo que en dos semanas hay otra vez elecciones. Mire al suelo, piense en sus hijos… y vote.