Nunca sabré explicarme por qué hay días que me levanto de la cama y me ronda el oído una canción casi obsesiva. Sea bajo la ducha, sea mientras me afeito, o bien hasta incluso cuando salgo a comprar el periódico, la musiquilla de ritmo misterioso marca mis pasos. Hace pocos días los memoriones mediáticos recordaron el primer concierto de los Beatles en España. Quizá por ello yo volví a juntar en mi memoria las tres canciones más entrañables y nostálgicas de Paul McCartney: la sentimental “Michelle”, en sol mayor, la alegre “Hey Jude”, en fa, y esa preciosidad musical del “Yesteday” – Otro misterio insondable que dejo para los muy expertos es saber qué parte de la composición pertenece a un autor y qué parte a otro; de quién fue la primera idea rítmica y cuáles serían las dubitaciones que tuvieron que atravesar hasta llegar al engendro final. De su éxito en la respuesta de los públicos enfervorizados ya no hace falta hablar. ¿Tendría lugar la clásica pelusilla entre dos genios? ¿Quién era aquí el Mozart? ¿Quien el menos dotado?

Una nota suelta en la prensa nacional revela que Paul McCartney anda todavía como frustrado por la fama mundial por John después de muerto. 

“Cuando dispararon a John—dice la nota, además del puro horror, quedó la sensación de que en ese momento se había convertido en un mártir”. “Empecé a sentirme frustrado porque se extendió la idea de que John era los Beatles. Antes éramos iguales. “No podemos decir que Paul sea una persona sin suerte. Ya el simple hecho de su larga vida (que Dios guarde) ha ido multiplicando las posibilidades para explotar la marca de los Beatles. Su talento creador que nadie niega a estas alturas no necesita otra clase de aditamentos. Yo le aconsejaría que viniera a Almería. Aquí existe un fervor por Lennon que puede aliviarle la pelusilla. Entre películas, asociaciones de amigos, recuerdos de la ciudad y conciertos, la pasión por los de Liverpool es auténtica. Y nadie desmerece de nadie, Los Beatles son ya inmortales.