Los jóvenes españoles confían muy poco en su país. Así se desprende de una de las últimas encuestas que hemos conocido en la que también se apunta que son tremendamente pesimistas ante el futuro laboral que se les presenta. Están convencidos, según ese estudio, que vivirán peor que sus padres y que no les queda otra solución que salir fuera de España para buscar trabajo.

Los jóvenes españoles han visto frenadas sus expectativas de una manera tan drástica en estos últimos años que más de seis de cada 10 encuestados -entre los 18 y los 30 años- aseguran que siguen estudiando a pesar de estar suficientemente capacitados para desempeñar la profesión para la que se han formado.

La realidad de estos datos echa por tierra cualquier atisbo de optimismo, luces al final del túnel, raíces vigorosas y todas esas gaitas. Más aún si se tiene en cuenta que los pocos que acceden a un puesto de trabajo lo hacen en condiciones muy precarias, con jornadas interminables y sueldos por debajo de la frontera de la dignidad.

En ese estado de las cosas, parece indecente que se hable de recuperación económica de la manera tan ligera que la hace el presidente del Gobierno y el resto de sus compañeros ministros. Nadie en su sano juicio utilizaría esos términos en un escenario tan desolador como el que presenta en nuestro país el mercado laboral.

Decía recientemente Mariano Rajoy que la reforma laboral está detrás de la mejora que se registra en el empleo ¿? y tachaba de fatalistas y pesimistas interesados a quienes tiran por la borda unos logros que, según asegura, son excepcionales.

¿Vive en otro mundo el presidente del Gobierno? Francamente, creo que sí, no tiene otra explicación. La acuciante necesidad que tiene de dar alguna buena noticia en medio de ese barrizal en el que anda lo ha lleva a ese cómodo lugar virtual donde el espacio y el tiempo no tienen por qué coincidir con la realidad que vivimos.