Almería va a ser la única capital de Andalucía (es probable que del resto de España también) que va a tener su ayuntamiento en ruinas o en obras durante una década entera. Más de ruina que de obra. Y eso, siendo optimistas. Lo digo porque hoy el Ayuntamiento tiene previsto aprobar definitivamente el proyecto final de remodelación de la segunda fase de las obras, entregado tras muchos dimes y diretes por la Junta de Andalucía. Como dice el chispeante Leonard Cohen, “A-le-lu-ya.” Pero no olvidemos que en estos momentos, mientras usted lee estas líneas, el principal edificio civil y administrativo de la capital de la provincia de Almería está en riesgo de derrumbe y cubierto con una lona/trampantojo para amortiguar el bochorno de la contemplación de semejante ruina. Recordemos que el Ayuntamiento gobernado por PSOE e IU presentó la remodelación en 2000 de la mano de la Junta de Andalucía y que 14 –catorce- años después, ya hay un proyecto de restauración de la segunda fase, que es la principal y más notable. Y he hablado de una década porque es viernes, es verano y estoy especialmente optimista, porque la trayectoria histórica de esta actuación es una larga secuencia de negligencias, calamidades, olvidos y retrasos sin parangón en Almería y el resto de Andalucía. Sé que es una frivolidad retórica, pero me pregunto con pena e indignación si una situación semejante hubiera sido permitida o al menos no corregida con presteza por la Junta de Andalucía si el Ayuntamiento en cuestión fuera, por ejemplo, el de Sevilla capital. Quizás me equivoque y los señores de la Junta hubieran consentido que la Casa Consistorial sevillana fuera pasto de desconchones y ratas durante una década entera. Puede. Pero me cuesta mucho creerlo, miarma.