Competir por ser el más amable
Los criterios para acceder a las condonaciones son cuando menos nebulosos, pero qué más da
Gestionar desde el agrado no sólo es un recurso condenado al fracaso sino que además siembra de deudas y quebrantos el camino de regreso a la normalidad, esto es, a la búsqueda del bien común para la mayoría real y no sólo la política. Pero por desgracia en España abundan los políticos que no han desterrado el recurso de buscar el aplauso fácil (y consecuentemente, quizás, el voto) de sectores propicios a apoyar posturas que hagan el gusto, saquen de algún apuro o destinen valiosos recursos colectivos a sus manías particulares. Y da igual que con el paso del tiempo los mismos que proponían ardorosamente medidas encantadoras se terminen desdiciendo y reconociendo que lo que propugnaban era irrealizable y majadero. Ahora ya nadie defiende aquello de “papeles para todos”, pero recuerden cómo había algunas y algunos dispuestos a sellar visados a diestro y siniestro.
Aunque para siniestros, los calificativos que recibían los que sostenían que semejante permisividad era un disparate. El lema imperante era, y en algunos casos sigue siendo, “no hay que negarse a nada que suene agradable”. Digo esto porque los grupos de oposición en el Ayuntamiento de Almería (PSOE e IU) han entrado en una divertida competición de altruismo municipal que pasa por proponer, unos, que el Ayuntamiento (es decir, usted que me lee) pague la luz a algunas familias y los otros, que también pague el agua. Los criterios para acceder a las condonaciones son cuando menos nebulosos, pero qué más da.
Hay que intentar que los demás parezcan miserables y si para ello hay que olvidarse de las familias que no pagan la electricidad que alimenta sus antenas parabólicas, ni tampoco el agua con la que lavan sus coches de alta gama porque sencillamente no les da la gana, se olvida, y punto. Seguro que hay casos especiales -que ya se abordan- pero eso tampoco se menciona. En caso es competir por ver quién es más agradable. Así que no diga Ayuntamiento; diga Casa de la Pradera.