Es una pena no poder vivir constantemente nuevas aventuras y así experimentar lo que es el presente en cada momento. Aunque si viviera en Almería capital me pasaría la mayoría de las tardes en la Alcazaba, iría como un gato o una gata de rincón en rincón tumbándome alrededor de las encantadoras fuentes, tan sencillas como bellas, que hay por doquier, y escucharía el agua caer mientras me acaricia la suave brisa que viene de la inmensidad del mar.

Una vez en casa me conmuevo viendo “Ordem moral”, una película portuguesa de Mário Barroso, basada en hechos reales acaecidos a principios del siglo XX. Maria Adelaide Coelho da Cunha, una mujer culta de clase alta se fuga con su chófer, veintiséis años menor que ella. El mujeriego de su marido junto a su pusilánime hijo la despojan de sus bienes y la encierran en un psiquiátrico, mientras que al joven chófer lo encarcelan acusado de secuestro y violación.

Dejo el desenlace para la curiosidad del lector. Pero ya el planteamiento da para mucho. El hombre puede tener múltiples aventuras con mujeres mucho más jóvenes que él, sin embargo, no altera el orden moral. La mujer sintiéndose muerta en vida busca otra forma de vida y para ello abandona el hogar familiar y ahí está su inmoralidad manifiesta. Está loca, por irse con alguien de un estrato social inferior, y además es puta por ser menor que ella.

Después de un siglo, ¿sigue imperando el mismo orden moral? Me temo que sí, a pesar de que parte de las nuevas generaciones pasen de esa falsa moralidad. Al igual que del derecho me interesa la Filosofía del Derecho porque cuestiona la ley en sí, ¿es justa o injusta?; de la moral me interesa la Ética, es decir, la disciplina filosófica que reflexiona sobre esas normas morales, analizando su validez y origen, ¿está bien o mal?