Sobre despedidas y agradecimientos*
Sobre despedidas y agradecimientos*
Se dice que en el siglo XVIII se puso de moda en Francia, entre la alta sociedad y la burguesía, la costumbre de no despedirse cuando uno abandonaba cualquier fiesta o acto social; debía marcharse de la estancia discretamente, sin llamar la atención, “sans adieu” (incluyendo en tal acto incluso a los anfitriones). Todo lo contrario era señal de mala educación. De Francia pasó al resto de Europa, pero una vez que cambió la moda y el no despedirse pasó a ser una falta de educación, los franceses quisieron renegar de aquello anterior e inventaron la locución: se retirer à l’anglaise. Esto originó, finalmente, que en tanto los ingleses y los españoles denominamos la citada actitud “despedirse a la francesa”, los franceses la denominan “a la española” o “a la inglesa”. Pero este posible origen del dicho, que lo he tomado (como algunos otros) del famoso libro de Iribarren, solo es un pretexto para decir adiós (al menos durante un tiempo) a quienes se han interesado por estos artículos durante cuatro años.
El tres de febrero de 2009 inicié esta sección. Desde entonces, mi idea siempre ha sido la misma: ocuparme de determinados usos del habla de todos los días, de sus modas, de sus virtudes, de su defectos, lejos, claro está, de cualquier sesuda argumentación o debate conceptual. Nos hemos ocupado del bien hablar, de las características que se han de considerar para que nuestro discurso sea apreciado por quienes nos oyen; nos hemos referido a usos que conviene evitar (elementos innecesarios, anglicismos, malos empleos preposicionales, etc.); también atendimos a la importancia de las herramientas que nos pueden ayudar a utilizar mejor nuestro idioma (diccionario de dudas y libro de estilo); otros artículos fueron dedicados a la argumentación, la cortesía o el habla de la mujer, de los políticos, de los publicitarios, etc. Así, hasta noventa y seis contribuciones.
Aunque no sé si con éxito, mi intención cuando emprendí este camino no fue otra que enseñar un poquito y entretener otro tanto. Salvando las distancias del tiempo y de la calidad, tal fue el propósito del Infante Don Juan Manuel al escribir su más importante obra, El Conde Lucanor, en cuyo prólogo desvela alguna de las fórmulas para conseguirlo: :
Hice así, al modo de los médicos que, cuando quieren preparar una medicina para el hígado, como al hígado agrada lo dulce, ponen en la medicina un poco de azúcar o miel, u otra cosa que resulte dulce, pues por el gusto que siente el hígado a lo dulce, lo atrae para sí, y con ello a la medicina que tanto le beneficiará.
Igual que el Infante consideraba que la literatura además de intentar las más bellas palabras debe enseñar a quienes la oyeren, los profesionales en general y los investigadores en particular también tenemos un cierto compromiso social subsidiario al de nuestras obligaciones cotidianas: el intentar divulgar lo que sea posible los conocimientos, sean estos más o menos. Si con ellos, en nuestro caso, podemos contribuir a que alguien mejore algún uso lingüístico algo habremos conseguido.
Tal vez haya sido el interés por la enseñanza del discurso oral en las aulas el tema tratado cuya realización, de llevarse algún día a cabo, pudiera resultar más eficaz para mejorar los hábitos lingüísticos de los españoles. Para ello, las autoridades académicas tendrán que pasar, de una vez por todas, de la ficción de los boletines oficiales a la creación de unas condiciones (horarios y métodos explicativos) que permitan tal enseñanza Quizás el problema para ello estribe bien en la falta de interés de dichas autoridades o en el desconocimiento de sus asesores. Y es que, a veces, especialmente para algunas cuestiones, ser del partido no es suficiente. Yo siempre recuerdo un famoso texto que, enviado por el Ministerio de Educación, nos llegó a los institutos con motivo de la implantación de la LOGSE. Uno de sus párrafos, escrito con estilo semejante al resto del documento, decía así:
Criterio interno a la comprensividad de currículo común que sirve para individualizar los procesos de enseñanza y aprendizaje atendiendo a la diversidad de los alumnos; la adaptación curricular resuelve muchos de los problemas de aprendizaje a partir del carácter abierto del diseño curricular. Las adaptaciones curriculares se realizan en los elementos integrantes del diseño curricular (objetivos, áreas, contenidos, metodología), tanto en los proyectos curriculares de centro como en las programaciones.
Desde aquel momento, no he dejado de pensar lo mismo: ¿quienes escriben así serán capaces algún día de hacer algo positivo por la enseñanza de la lengua española? Hasta ahora muy poco.
Gracias a La Voz de Almería. Y gracias a vosotros lectores, por vuestro tiempo.
*A Antonia Sánchez Villanueva.
A José Manuel Román García.
A quienes me han mostrado, en algún
momento, su afecto por estos artículos.