Si estuviera en Madrid este viernes iría a ver en el Teatro Fernán Gómez “Casa de muñecas”, la obra de Henrik Ibsen que se estrenó a finales del siglo XIX en Copenhague y todavía se sigue representando. Esta tragedia moderna se consideró la primera obra teatral feminista, aunque no fuera esa la principal intención de su autor.

Lo que Ibsen pretendía era plasmar las dificultades del ser humano para ser libre de las ataduras impuestas por los prejuicios en una sociedad guiada por la masculinidad y juzgadora a través del prisma del patriarcado. Fue por este motivo que eligió a Nora, la protagonista femenina, como ejemplo más evidente de esa injusticia social que se perpetúa a lo largo de los siglos.

Pues como dice María León, la actriz que representa a Nora en este Centro Cultural de la Villa, en una entrevista reciente: “Sigue siendo un tabú que una mujer se permita el derecho de tener un pensamiento propio”. Se reconocen derechos, se realizan manifestaciones, pero la realidad es que estos derechos cuesta demasiado ejercitarlos. Con frecuencia se va la vida en ello, sea física o psíquica.

Pero como estoy en Almería este viernes voy a ir al Teatro Apolo a ver “Puta, madre y loca” de Mariana Collado, una danza multidisciplinar. La palabra puta es una de las que más me gusta, se pueden decir tantas cosas con ella. A mí por ejemplo me gusta llamarle puta a la vida y hablar de mi puta vida.

Luego está ser madre, que eso te lleva directamente a la locura. Ya no puedes más, loca para toda la vida. Pero eso es muy difícil de comprender, a no ser que se tenga la honestidad de alejarse de los estereotipos y practicar la sororidad. Anhelo gozar de este baile.

De lo que más me arrepiento es de no haber sido ni ser yo misma. Mi vida y mi felicidad son responsabilidad mía.