El lazarillo conducía al ciego por donde más obstáculos había para que se diera un morronazo contra las estatuas. Así aprenderás, pensó. Llegaron por las riberas del Tormes a la sombra de un árbol y decidieron comerse al alimón un racimo de uvas, El ciego cogía lo granos de dos en dos y Lázaro ni se inquietaba siquiera. Algo está pasando, sospechó el ciego. Seguro que me engañas, Lázaro - dijo el otro-, porque si yo como de dos en dos y callas, es que tú comes de tres en tres. El ejemplo podría servir para sacar conclusiones sobre la política de austeridad de este gobierno. No contento con engañarnos con  las promesas del programa electoral, ahora en aras del objetivo del déficit. nos está llevando al hambre y a la humillación. Las cabezas de huevo más lúcidas adivinan que debajo de la recesión pervive un problema ideológico, no ya simplemente económico. Por otro lado ya hasta Montoro duda   de que se cumpla el crecimiento anunciado para el año 2014, en cuyo caso tendrían razón los Draghi y demás agoreros europeos que semejan Sibilas amenazantes sobre nuestro porvenir nebuloso. Suponiendo que el pueblo español sea un ciego (lo fue antes y ahora muy probablemente lo es también) la derecha en el poder le está empujando hacia el topetazo cruel contra las estatuas. De lo que se trata en el fondo es que  no haya educacíón ni sanidad públicas, que se salven los bancos y que pronto vuelva el boom de la construcción para enriquecimiento de los de siempre. O sea, como dice  Giani Vattimo, decisiones dictadas por un saber que no es objetivo sino solapadamente ideológico y desde luego al servicio de unos pocos. Política conservadora del espejo retrovisor