Pellets y educación ambiental
Hacen falta educadores ambientales y maestros, para cambiar la base del sistema

Celebramos el Día Mundial de la Educación Ambiental pensado en las playas gallegas. No me alegro del vertido, pero estas catástrofes sirven para despertarnos, individual y colectivamente, analizar la realidad, y son, parafraseando a Einstein, la oportunidad ante la crisis para buscar soluciones, herramientas, valores, habilidades, conocimientos y experiencias que nos capaciten para organizarnos de forma diferente y cambiar el mundo.
Desde Davos se explica rápidamente. Si quieres tener baratos, ruedas para el coche o film para los aguacates peruanos, los contenedores en el mar; las mareas negras; 26 toneladas de pellets; niños trabajando en condiciones infrahumanas en países tercermundistas; o los bombardeos en el Mar Rojo, mientras se permite el genocidio en Palestina, son daños colaterales. Se pagan las facturas y a otra cosa.
Aquí ocupamos el tiempo manifestando nuestra incultura, soberbia e hipocresía, discutiendo de maniobras electorales, si son tóxicos los pellets, o si la labor de los voluntarios es útil. Debates interesantes si se hacen para buscar soluciones, el origen del problema, para exigir a nuestros dirigentes que trabajen por el bien común, legislen por la ciudadanía, el planeta y las generaciones futuras, y no se dejen manejar por los del crecimiento económico continuo. ¿Utopía?
Por eso hacen falta educadores ambientales y maestros, para cambiar la base del sistema, reconstruir la comunidad, reordenar los valores y prioridades, buscar la determinación para dejar de aparentar lo que no somos consumiendo, y no dejarnos llevar al abismo.
Es un proceso que debe ser constante y transversal para que cale y limpie el alma. Por eso, pensando de forma global, actuaremos localmente, realizando una limpieza de playas. No habrá pellets, pero sí otros muchos macro y microplásticos. Vente, plantemos semillas para asaltar los cielos, y que tus hijos tengan agua para cultivar y frutos que comer.