¿Por qué sabemos si alguien habla mal o bien? (I)
¿Por qué sabemos si alguien habla mal o bien? (I)
Cuando oímos a alguien hablar tenemos, grosso modo, una opinión sobre su manera de hacerlo; esta persona, decimos, me gusta cómo habla o esta persona, pensamos en otras ocasiones, habla bastante mal. Tendrá que ver con el acierto mayor o menor que el individuo juzgado haga de los cuatro principios del bien hablar (corrección, claridad, eficacia y adecuación). Aunque a veces no seamos conscientes de cuál es el porqué, sin duda que este tiene que ver con dichos principios. De ellos, el que más fácilmente percibimos a la hora de emitir nuestro dictamen es el principio de corrección, o sea si la persona que habla se adecua a las normas gramaticales, fonéticas, semánticas o pragmáticas del español.
Imaginemos que estamos oyendo a un sujeto no muy dotado lingüísticamente y se nos pregunta qué pensamos de su forma de hablar; responderemos, sin dudarlo, que no nos gusta. Y no nos gusta, posiblemente, porque se aparta demasiado de la norma estándar del español cuando dice que son lah saih convirtiendo la /e/ en /a/, confunde los fonemas l/r en situación implosiva (arcarde o mardita sea tu arma), pone el artículo delante del nombre propio (la Juani o la Antonia), o sustituye la forma haya por haiga. En otros casos, el juicio negativo viene avalado por el descubrimiento de que el aludido personaje no termina sus frases, dice doméstico en vez de nacional, utiliza andé, donde debería ser anduve, constantemente repite ¿vale? o dice repetío, comío, orejúo o cornúo. Y así … hasta donde queramos.
Igual de fácil será el juicio si, por el contrario, la persona que habla utiliza bien las preposiciones, si su pronunciación almeriense (lah seih) es la de nuestra norma estándar (lo que la hará pertenecer al mismo tiempo al español estándar), su léxico lo percibimos como rico y adecuado a la situación en que se habla, su empleo de las pausas y de los silencios nos parece el oportuno, etc. Con esto queremos decir que en nuestra condición de tribunal es el principio de corrección el que se destaca a la hora de emitir el juicio sobre el habla de otra persona.
Sin embargo, hay otros aspectos menos perceptibles por parte de los oyentes, que asimismo inciden en tales juicios, sean estos negativos o positivos. Por ejemplo, en el caso negativo, podemos encontrarnos ante una persona que hable de forma atropellada, con reiterados empleos de muletillas o repitiendo machaconamente una misma idea. Su discurso será redundante, con constantes repeticiones que evitan que los fragmentos contribuyan al avance informativo del texto, algo que no solo va contra el principio de de claridad, sino también en contra del de eficacia. Veamos cómo se expresa esta señora de Almería, algo mayor, cuando el entrevistador (A) le pregunta por su infancia y sus juguetes:
A: ¿usted, a qué jugaba de pequeña?///
B: pues sí // entonces había pocos juguetes // no había casi ningún juguete // veía una muñequilla de cartón / y nos volvíamos locos de contentos // y entonces no había tantos juguetes /// sí // yo ya tengo sesenta y tres años, sesenta y cuatro, sesenta y cuatro … // así que pocos juguetes teníamos // y lo/ y to(d)o lo valorábamos mucho // lo que ahora no lo valoran nada // que es tanto lo que tienen que to(do) lo tiran por el suelo// y a mí me da mucha lástima // me da mucha lástima porque nosotros no teníamos juguetes/// Le compras un juguete / llegas / y al momento la (ha) desnuda(d)o to(do) // pum, AL SUELO TIRA(D)O // y me da mucha lástima // y no valoran na(da) // y antes pues no había casi ning&ua