Cuñados
La nueva normalidad me ha hecho virar mi destino veraniego hacia tierras gallegas. Yo que siempre he aprovechado los meses de verano para cruzar el charco, me he topado con un segundo paraíso a una hora en avión desde Madrid -no hace falta decir que el primer paraíso da nombre a este periódico-.
Allí, los “de fóra" -concretamente los madrileños-, son mirados con cierto recelo. Cuando uno dice que viene de Madrid, se ajustan mejor la mascarilla al tiempo que retroceden un paso. No les culpo, la que tuvieron con el Fuenlabrada, bien les valió un susto.
La última noche de mi periplo por las Islas Atlánticas coincidió con el 16 A, pedí unas zamburiñas e intensifiqué mi acento andaluz para que no pudieran vincularme con aquellos lunáticos del “bote, bote, bote, aquí no hay rebrote”. En la mesa de al lado, un autóctono comentaba lo sucedido alzando la voz, con esa manía propia del parroquiano de bar: “Se han concentrado los madrileños porque no creen en las mascarillas”, su compañero de mesa le contestó: “pero qué eran, ¿terraplanistas?”. “No, fans de Miguel Bosé”. Y rieron mirando hacia mi mesa, sin dejarme muy claro si me tomaban por terraplanista, una incrédula de las mascarillas o fan de Miguel Bosé.
Les voy a ser sincera, no fui consciente de la debacle de Miguel Bosé hasta que llegó a mi teléfono móvil convertido en meme. La imagen en cuestión mostraba al cantante pasado de peso y acompañado por un texto que decía: “Seré tu amante Pan bimbo, Pan bimbo. Tigretón, Tigretón. Phoskitos”. No les voy a engañar. Me reí, me reí muchísimo.
No querría pecar de displicencia, pero cuándo se ha convertido Miguel Bosé en un cuñado. Opinar sin saber de lo que habla. Me alarma, no tanto porque haya caído en una impudicia, sino porque esa impudicia es proclamaba a través de un altavoz que le otorga ser un personaje público y, hasta ahora, respetado. Miguel, eres un cuñado, lo siento.
Será que ya no estoy acostumbrada a tratar con cuñados. Mi último cuñado fue un jefe de los de “ni michismi, ni fiminismi” y de pronto, reaparecen con un nuevo mensaje: “Queremos ver al virus”. Me pregunto dónde han estado durante el confinamiento. Igual lo hicieron recluidos en un paraíso “Covid Free”, sin virus, sin muertos, sin pandemia, en una burbuja propia.
Las mascarillas protegen, no oprimen. Si vamos a manifestarnos que sea por la precariedad del sistema sanitario ante la Covid. Por favor, no politicen una pandemia. Mi recuerdo vuelve a aquellos gallegos de la taberna, cuando preguntaron qué eran aquellos que no creían en las mascarillas debería haberles contestado: “eran cuñados”.