La gente tiende a creer que la paciencia es pasiva, cuando no es así. La paciencia es activa. Es fuerza concentrada. Es la tensión muscular próxima al disparo de salida en la pista. Pero también hay quien quiere hacer pasar por paciencia lo que no es más que acomodación pusilánime y consentidora. El marido que sorprende en el lecho conyugal a su esposa (si hay algún ofendido genérico de guardia no tiene más que invertir el ejemplo) y se limita a preguntarle qué hace ese otro hombre en su cama no es un hombre paciente: es eso que usted y yo pensamos y no decimos, para no provocar soponcios entre los pluscuamperfectos de guardia. Pues bien, algo de eso está pasando ahora con la mucho más aclimatada y sosegada Mesa del Ferrocarril, que con el nuevo rumbo político de España ha pasado del punk al rock sinfónico.

Ante su falta de actividad, podría pensarse que el AVE ya está en Almería desde hace tiempo. ¿Se acuerdan de cuando la Mesa estaba en la calle un día sí y otro también cuando gobernaba el PP? Es verdad que no movilizaban a mucha gente y que la parte más nutrida del evento siempre estaba ocupada por los cargos y cargas del PSOE almeriense, que les llevaban la pancarta con entusiasmo y hasta les invitaban a viajar a Bruselas para desplegar allí su queja. Pero desde el advenimiento de Pedro I el Veraz a nuestras vidas, las calles de Almería no han vuelto a registrar la misma reivindicación ferroviaria que antes. De hecho, antes de las últimas Elecciones Generales, la Mesa se quitó de en medio y anunció que no iban a interferir en la campaña con movilizaciones porque preferían esperar un tiempo. Y después de muchos meses de prudente parálisis y a pesar de que el ministro Ábalos muestra más interés por Venezuela que por Almería, la Mesa ha vuelto a encabritarse sobre sus cuatro patas y ha anunciado… que seguirán teniendo paciencia. Impresionante. Es la resistencia pasiva; la protesta zen. Derrotar al enemigo con desprecios. Qué fieras.