La conversación
La conversación
El Maestro Joyce dijo aquello hoy tan sabido sobre las contradicciones religioso-politicas de Irlanda; “Si no puedes arreglar tu país cambia de conversación”. Me parece desde luego un buen consejo si fuera factible cambiar de conversación. En el supermercado la gente comenta los precios con un tonillo de queja como queriendo indicar que cada día es más difícil llegar a fin de mes. En la tertulia de mediodía los viejos jubilatas discuten a tres bandas. Los de derechas afirman que este gobierno no ha bajado las pensiones. Los de izquierdas dicen rotundamente que sí. Por último el sector conciliador, que siempre existe porque espera volver mañana a reunirse bajo los mismos castaños del parque, interviene y defiende las dos cosas a la vez.
No han bajado las pensiones pero con el copago, los fármacos, los recortes o el abono de la ambulancia, es igual que si las hubieran bajado. En general vivimos todos como aquellos sofistas antiguos, antepasados de los griegos de ahora, que un día se quedaron sin habla porque las palabras ya no significaban lo que ellos creían. Así que se dedicaron al mercadeo con ellas. ¿Sabe usted lo que significa “una semana caribeña”? Si le digo que no estoy hablando de la Pantoja ni de Muñoz sino de los viajes protocolarios del presidente del Poder judicial los fines de semana a Marbella ¿usted cómo se queda? Cuidado, cuidado, porque tocamos “materia reservada” y entre el guirigay que hoy ocupa la calle es imposible hablar con sosiego de estas cosas.