Un Gobierno metido en el escaparate
Mi nariz, igual que la de muchos almerienses de mi generación, pasó muchas horas a pocos centímetros del escaparate de Alfonso, aquella maravillosa tienda cercana a la Plaza San Pedro, tras el que desfilaban o cabalgaban centenares de soldaditos e indios que, en aquella época, eran juguetes infantiles carentes de connotaciones traumáticas o políticamente incorrectas. Pero no quiero entrar ahora en el vidrioso terreno de la nostalgia urbana, por el que nos pasea a diario la calesa de palabras de mi admirado Eduardo de Vicente. Lo que quiero decir es que veo ahora las noticias relativas a nuestro gobierno y experimento la misma sensación de fascinada paralización que sentía con la cara pegada a ese inolvidable escaparate. ¿Con qué me quedo, si me gusta todo? Creo que los columnistas deberíamos rendir en el futuro un homenaje a este callejón de los prodigios que tenemos por gobierno, agradecidos al amplio surtido de inspiraciones que nos brinda a diario. Fíjense, por ejemplo, en la anunciada presencia hoy en Almería del Ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska -ese “maricón”, según dice de él su compañera Ministra de Justicia y Notaria Mayor del Reino, Dolores Delgado- que viene a presidir los actos del Día de la Policía. Cuando escribo estas líneas la ministra aún no ha dimitido, o no la han dejado dimitir, pero sí que ha dicho que cuando fue grabada en esa conversación informal –nadie sobrevive a su propia transcripción- sí dijo que Marlaska era un maricón, “pero no como expresión homófoba” (sic.) Desde ya soy muy fan de esta señora. La verdad es que salen varias columnas sobre la hipocresía de proclamar y exigir unos valores y unas formas que luego incumples o sobre el silencio cobardón de colectivos que, de haber escuchado a un ministro del PP llamando maricón a alguien, habrían salido a la calle en el umbral del soponcio. ¡Y todavía hay columnistas que piden elecciones anticipadas! Pero por favor... que sigan mucho tiempo, que son una mina.