Ideología del oro: una paradoja
Ideología del oro: una paradoja
Convertir el dinero y sus conjuntos en el centro ideológico de cualquier opción política, o de cualquier aspiración de salto personal o de grupo (medrando en el abrevadero) es, cuando menos, una aberración, y una desviación del camino por donde habrían de transitar los partidos. En medio de la tragedia, con tantos heridos y damnificados, no cesan de hablarnos de economía, pero, hay muy pocas referencias a las personas que padecen la realidad encarnizada. Las criaturas están desplazadas de ese centro. A quienes acaban de echar de su trabajo (de forma despiadada), a quienes milagrean la existencia, resisten en el límite de sus fuerzas o, emprenden el inquietante riesgo migratorio, parece que una mano interesada los hubiera borrado, para que de ellos no quedara memoria; y la historia de estos días aciagos se escribiera, falseándola, de ruin manera. Desconfío, y no aguardo nada, de la bandería que tenga su núcleo ideológico en el oro; en la banca y en los mercados voraces. Los procesos de deshumanización acaban por adueñarse de los principios éticos que, acaso, estuvieron en los orígenes de una facción política. Como alumbró Quevedo: “Madre, yo al oro me humillo,/ él es mi amante y mi amado”. Ved cuanta sumisión y canonización de los portaestandartes de tal corriente, que oculta en su doble fondo tantos asaltos al cofre del tesoro. Cuando escucho a los líderes de algunos partidos, y a millonarios beneficiados por los gobiernos, plantear su doctrina feroz, me pregunto donde están las mujeres y los hombres, porque no aparecen en el peso muerto de sus discursos; que no se apartan un ápice de su ambición. Haced cuanto os digo y veréis como sigo engordando mi patrimonio. La violencia capitalista o neoliberal se oponen -sin escrúpulos- al humanismo de forma radical. Lo más grave es que, teniendo el socialismo, dentro de su historia, una base de conciencia solidaria y de acción humanista, han perdido el norte, amarrados contra natura a la maldita médula del oro; olvidados del pueblo sufriente; y hasta ahora sin capacidad de regeneración. Tales sistemas de adoración del oro, tienen unas consecuencias catastróficas, con su continua generación de hambre, pobreza absoluta, paro, huidas, explotación, condiciones miserables de trabajo, ejercicios de insolidaridad, desalojos forzosos de las casas, e incapacidad de respuesta a las aspiraciones de la gente. Si el eje es el dinero, y no las criaturas con sus problemas y desesperaciones, si lo esencial está desplazado, los sistemas no pueden dar de si, y millones de personas habrán de luchar por un mundo nuevo, donde desaparezcan las inmensas desigualdades entre grupos humanos. Un universo sin la agonía de cada despertar.