El cabreo contra las élites
Nos estamos aproximando al fin de la 2º Restauración, preámbulo, pudiera ser, de la tercera república…” afirma en tono apocalíptico el constitucionalista Javier Pérez Royo. No es el único, la deriva de algunos sectores catalanes hacia la independencia tiene un perfil parecido, como si quisieran que todo salte por los aires. Es el mismo eco de las voces que claman contra la casta, las elites, el ibex35, los partidos tradicionales, etc. Reflejo de un malestar social que traspasa fronteras y que habrá que analizar, en profundidad, si queremos un buen diagnostico de lo que ocurre.
Crítica sí, ensañamiento no Veíamos hace pocos días como Jordi Evole o Carlos Alsina, dos estrellas mediáticas, con sueldos millonarios, todo hay que decirlo, uno políticamente situado a la izquierda y el otro a la derecha, parecían dispuestos a arrojar a la hoguera a su entrevistado Juan Luis Cebrián. Hay un cierto tono inquisidor en cierta prensa de opinión, que prefiere llamar la atención, antes que construir un marco de diálogo y entendimiento. “Nuestra herencia ilustrada, que siempre propugnó la fuerza del mejor argumento naufraga con esta retorica ad hominem”, en palabras de Fernando Vallespín.
Sin embargo, con la que está cayendo, con el deseo de castigar a los poderosos, qué hacía el señor Cebrián paseándose por todas las redacciones, después de haber aprobado un ERE que ponía en la calle a los mejores periodistas de este país. Acaso no saben que las retribuciones elevadas de algunos ejecutivos, cuando no su codicia, despiertan la indignación desde el punto de vista moral. Al menos un poco de discreción y humildad, es lo único que se les pide.
El capitalismo del ego Aunque hoy los motivos para la indignación, cuando no para la rebelión, son numerosos. Nadie se ha responsabilizado por la quiebra de las finanzas públicas y privadas, por el déficit de la sanidad, por la justicia bloqueada, por los millones de parados...Ni políticos, ni banqueros, ni jueces, ni economistas, ni periodistas. Ni un asomo de autocrítica, de reconocimiento a lo que se ha hecho mal. Lo que se ha llamado el dominio universal del dinero que Ulrich Beck definió como el capitalismo del ego, fue asumido por la mayoría con toda naturalidad.
Está claro que nuestros dirigentes, en momentos de adversidad, no han estado a la altura de las circunstancias y se han mostrado incapaces de construir un relato para una sociedad que ha cambiado, un relato que garantice el progreso, la convivencia y la justicia social. No son pocos los intelectuales que en sus reflexiones sobre España, consideran que éste sería un país distinto, sino se permitiera los actuales índices de paro.
¿Y ahora qué? La desafección política ocupa cada vez más espacio. En otros países, surgen voces que cuestionan, incluso, las sociedades abiertas. Los partidos antisistema, xenófobos o nacionalistas florecen. Pero como explicaba el exprimer ministro sueco Carl Bildt, hasta que las nuevas narrativas sustituyan a las antiguas, el cambio de época en la política simplemente traerá otros líderes que jugaran con la ira y los miedos.
El caso es que sin un relevo generacional, algunos consideran, España seguirá cohabitando con la corrupción y la desigualdad. Hay que dejar paso a esa nueva generación de españoles, formados en las mejores universidades, que mira a la Europa democrática y que representa el sector más dinámico y preparado en todos los campos, desde la economía a la política. Y ese debería ser el espejo donde mirarse nuestra clase política, la nueva y la vieja.