Mi único deseo para 2017
Estos días finales del año son escenario habitual de lo que en los medios de comunicación se viene denominando, con la mecánica rigidez del lenguaje contable, balance anual de noticias. Basta con tirar, pues, del archivo y hacer un resumen de aquello que consideremos más destacable o recordemos como más noticioso. Pero creo que nos equivocamos –todos- y quizás deberíamos optar antes que por el balance por el balanceo que nos produce recordar el modo en que hemos vivido o seguido las noticias del año que acaba. Y francamente, más que balanceo, uno siente más bien vahídos y mareos próximos al síncope cuando repaso el animadísimo año que hemos pasado en Almería. Por lo tanto, y dado que las fechas son también propicias para la formulación de deseos buenos (los malos, que también todos tenemos, no los expresamos en público) me permitiré la licencia de desear para el año que viene algo que, no por poco solicitado, considero menos necesario. Les hablo del sosiego. Qué falta nos está haciendo a todos introducir un poco en la apretada agenda cotidiana. Cuánto bien nos haría ceder al sosiego y la calma los espacios que habitualmente ocupan la prisa, la urgencia, el apremio o la impaciencia. Vivimos unos tiempos en donde todos, pero de manera mucho más acusada los que trabajan en ámbitos relativos a la información o la política –valga la redundancia- somos víctimas de la necesidad de nutrir la insaciable maquinaria informativa diaria, que es como una hidra de múltiples y enfurecidas cabezas que reclaman más y más datos, más reacciones, más controversias, más quejas y más denuncias. Por lo tanto, creo que además de las habituales apelaciones a la bondad universal, quizás todo iría mucho mejor si, de cara al futuro, nos decidiéramos a ver las cosas desde el sosiego antes que desde la urgencia. Es mi único deseo para el año que viene.