Alma Máter Serena

Ignacio Flores Van a cumplirse tres meses de la marcha, que no ausencia, de María Teresa. Cuando se habla de quienes se han ido se suele comentar, por una parte, su talante personal, y, por otra, su comportamiento con los demás, tanto en los aspectos particular y familiar, como en el aspecto profesional. En el caso de María Teresa es prácticamente imposible hacer estas distinciones o apartados, porque como era todo corazón, y lo ponía en todos sus quehaceres, su comportamiento habitual rezumaba sentimiento, vitalidad, positivismo, ansia de superación, estímulo, discreción, a la vez que ausencia de ñoñería y con un pragmatismo que en realidad era la materialización de sus sentimientos y una consecuencia de la necesidad de llevar a la práctica, sus deseos de felicidad para los demás. En realidad, y aunque su humildad y discreción siempre la llevaron a intentar estar en un discreto segundo plano, la fuerza de sus virtudes, que traspasaban el velo de la intimidad, la convertían en alma máter tanto en el ambiente estrictamente familiar, como fuera de éste. Utilizando y dando a los demás el amor que atesoraba en su interior. Con igual actitud que la escultura de la Universidad de La Habana: con los brazos abiertos prestos a acoger y estrechar, y transmitiendo los mismos sentimientos que La Madonna de Brujas de Miguel Ángel, que está en la iglesia de Nuestra Señora, en la que la Virgen se encuentra como si estuviera en un momento de pensamiento profundo, mostrándose con una gran serenidad. La misma que siempre ha presentado el rostro de Teresa y que seguro que ahora más que nunca tiene y mantiene. Te queremos.