Mi queridísimo Conrado: El tiempo transcurre imparable y cuando venimos a darnos cuenta el presente ya es pasado y el futuro se manifiesta en acciones presentes que vuelan siguiendo la estela de unas vivencias a veces deseadas y otras veces temidas. Han transcurrido once años desde que partiste al desconocido universo al que todos estamos llamados, un tiempo inmenso y a la vez fugaz, un tiempo cargado de experiencias y reflexiones que me lleva a preguntarme cómo hubieses encarado tú los acontecimientos que vivimos en la actualidad y la realidad me dice que será una incógnita imposible de resolver. De todas formas estoy convencida de que tu íntegro sentido de la honorabilidad se sentiría maltratado si tuviese que ver y soportar la triste realidad social que estamos viviendo, porque no entenderías que se pudiese producir un tormentoso enfrentamiento en el seno de nuestro país. Y desde esta perspectiva te aseguro , mi querido Conrado, que no te estás perdiendo nada, que las ilusiones de cambio y mejora social por la que luchaste y la situación de democracia y libertad de expresión que con tanto ahínco defendiste se están peligrosamente balanceando a causa de no se sabe qué oscuros intereses. La vida transcurre con tu ausencia y la de otras muchas personas amadas que has dejado un vacío existencial en el ánimo de quienes sufrimos la pérdida. Por mi parte, sólo tengo un propósito: poner en valor tu memoria, impedir que caiga en el olvido el mérito de compromiso y mejora personal que adornaba todas y cada una de las acciones que emprendiste tanto a nivel personal, como familiar, social y político. La vida sigue, los acontecimientos dolorosos se superan, el hondo respeto que siento por tu persona me lleva a aceptar tu ausencia como algo inevitable y reivindicar tu memoria como un ejemplo palpable del hombre sencillo y bueno que fuiste. Tu imagen se agranda con el paso del tiempo y tu espíritu sereno se encuentra plácidamente enquistado en mi corazón.