Hacerse de querer era tan facil para ti... Tenías muchos dones que te hacían ser una persona única, e hiciste cada día que la persona que estuviese a tu lado sintiese una armonía y una felicidad inmens. Risa, carcajadas... Tus ojos captaban todo lo positivo que te rodeaba, y lo reflejabas a la perfección con la sonrisa y el placer que le causa a un niño algo nuevo. Tenías una luz y una energía que cualquiera podía percibir. Contigo he compartido miles de momentos inolvidables, de esas anécdotas que luego se cuentan a los hijos... Me has llenado de tantas cosas agradables que me revienta de orgullo el haberte conocido desde apenas llegabamos al metro de altura. Desgraciadamente, ya no estás con nosotros por una de tus pasiones... Dos ruedas, una carretera y una frase irremediablemente tuya: “Tranquilo, aquí hay piloto”. Aunque no me haya podido despedir de ti como merecías, hasta donde estés llegará el dolor más profundo que pueda sentir, por no poder volver a verte sonreir. Te voy a echar de menos Galle. Te quise, te quiero y te querrá siempre, un amigo.