Su padre tiene razón. Rafa no llegó más lejos porque le faltó dedicación, nunca cualidades. Era un árbitro valiente y una persona sobresaliente. De una familia estupenda, no podía ser mejor. Nos conocimos siendo niños cuando llegamos casi de la mano al Colegio de Árbitros de Almería. Yo soy un año mayor y le vi crecer. La enfermedad se lo ha llevado grande y fuerte a este hombre que su vida ha sido trabajo, familia y su niña. Rafa era una persona sencilla dispuesta siempre a ayudar a los demás. Se le podía confiar un secreto. En nuestros viajes nos contábamos por igual éxitos y fracasos. Triunfos y derrotas que la vida te va dando. Los dos quisimos llegar a lo más alto del arbitraje nacional. Su padre tenía razón cuando le decía que era de los buenos, pero tanto él como yo no le dedicamos al arbitraje lo que el arbitraje nos pedía, pero los dos hemos sido muy felices en esta bonita aventura. Sus compañeros de trabajo, todos los árbitros de Almería, y su familia, le van a echar de menos porque se notaba cuando él estaba. Rafa, era necesario entre nosotros y, ahora, me cuesta pensar que todos esos sueños que compartimos se han quedado para siempre en la tierra. Yo soy un año mayor que Rafa y él ya no está. Llegamos juntos para compartir una ilusión y a los dos nos movía la misma pasión. Éramos tan parecidos que conectamos a la primera. Su padre lo ha dicho, era de los buenos, y nadie tendrá duda de ello, porque Rafa ahora está entre los buenos, y seguro que cuidará mucho de una familia estupenda. Hasta luego Rafa.