El pasado viernes falleció Antisa Khvichava, que a sus 132 años estaba considerada la mujer más anciana del mundo, superando a Jeanne Calment. Nacida en el siglo XIX, en 1880, numerosos documentos, como su pasaporte de la época soviética, un libro de pensiones y notas en archivos la acreditaban como la mujer más longeva de todo el planeta. No se conservaba sin embargo su partida de nacimiento, perdida entre las revoluciones y la guerra civil que siguió al colapso del Imperio ruso. Durante gran parte de su vida trabajó cultivando té, maíz y vegetales, además de cuidar el ganado, labores que realizó hasta que tenía 85 años. Era viuda desde el año 1949 por lo que sacó adelante sola a sus hijos. Desde hacía ya varios años debido a sus problemas de movilización, la anciana vivía con su nieto de cuarenta años en una remota aldea montañosa en Sachino, a unos 370 kilómetros al oeste de Tiflis, en Georgia. Tenía diez nietos, doce bisnietos y seis tataranietos; y solo le sobrevive un hijo. Sus familiares aseguran que siempre gozó de muy buena salud, pero durante la última década tuvo algunos problemas para caminar, por lo que se quedaba la mayor parte del tiempo recostada en la cama o sentada. En 2010, cuando llegó a los 130 años, fue inscrita en el libro Guinness de los Records como “la persona más anciana del mundo”. Entonces, dijo en una entrevista: “Siempre estuve sana y trabajé toda mi vida en mi casa y en la granja”.