Charles Kiere, un sueño truncado

Ginés Parra Córdoba
22:00 • 01 jun. 2021 / actualizado a las 07:00 • 02 jun. 2021

Charles Kiere vivía en Techiman (Ghana) una ciudad de apenas 67.000 habitantes, estaba casado y tenía un niño de poco más de un año, se ganaba la vida vendiendo ropa en la calle. Apenas sobrevivían él, su mujer y su pequeño, así que decidieron que tenían que probar suerte en el viejo continente y ver si podían mejorar su situación. Así, en 2013 Charles, con todo el dolor en el alma, se despidió de los suyos y partió con destino a Europa, con un coche y otro, llegó hasta Libia y de allí a Catania en Sicilia, permaneció en Italia hasta 2018 donde apenas trabajó. Había oído hablar de Almería y decidió probar aquí suerte pasando por Barcelona, en una semana llegó aquí. Se situó en Venta Gaspar, donde había otros compatriotas, por las mañanas iba a las rotondas cercanas del aeropuerto, de la CASI, donde los “jefes” iban a  coger gente para trabajar en sus invernaderos, así de esta forma empezó a trabajar, cada vez de forma más continua e iba mandando dinero a su país, a su familia.



Un mal día de febrero de 2020, venía de trabajar en su bici, de noche, como cada día y vio venir una luz de un vehículo que chocó contra él, cayó por un puente, y quedó inmóvil, poco después perdió también la consciencia, el vehículo se dió  a la fuga. Aproximadamente, después de 24 horas un vecino de la zona que paseaba con su perro lo encontró y llamó a emergencias, enseguida se personó la policía y una ambulancia, al comprobar su estado fue trasladado de inmediato al hospital de Traumatología de Granada, tenía un traumatismo craneoencefálico, fractura en dos vértebras y también en un brazo.



Tras cerca de dos meses, fue dado de alta y regresó, muy maltrecho, a Venta Gaspar, tenía lesiones de las cuales ya no se volvería a recuperar. Lo acogieron unos amigos en su casa durante cuatro meses, en este tiempo él intentaba seguir recuperándose y buscar trabajo, pero ninguna de las dos cosas se produjeron, no avanzaba en su mejoría y en esas condiciones ni podía trabajar ni nadie lo contrataba. Charles ya no era válido.



De esta forma los amigos no estaban dispuestos a seguir acogiéndole, se fue a la calle, lo acogió otro amigo pero después de poco tiempo no podía seguir prestándole ayuda y volvió a la calle y le ofrecieron ir al centro municipal de acogida de Almería



En este tiempo que no podía trabajar y por tanto dejó de enviar dinero a su familia, su mujer, a distancia,  cortó con él la relación y para colmo de males, hace muy pocos meses se enteró del fallecimiento de su madre.



En un principio no se planteaba una solución clara, se encontraba confuso, triste, perdido, y decidió que no tenía otra salida que solicitar el retorno voluntario a su país. Esto suponía admitir que había fracasado en su “aventura” de conseguir un futuro mejor para él  y los suyos. Enterados sus compatriotas de que había tomado la decisión de volver a Ghana, lo llamaron para que se pasase por este barrio de La Cañada para darle un dinero que entre todos habían recaudado.



Charles, en este último tiempo, jamás esbozaba una sonrisa, se le veía triste, solo, perdido, cojeando, con su brazo casi inútil, sus sueños se habían visto truncados, con tan solo 32 años, por un accidente del que él era inocente y por un desaprensivo que lo dejó tirado bajo un puente. Seguro que en su cabeza rondaba cómo todo se había desmoronado como un castillo de naipes, volver a su país, sin dinero, sin posibilidad de trabajar, sin su mujer,  ni su madre, le esperará su padre y sus hijos y le acompaña la solidaridad de sus amigos de Almería, y se encontrará con un futuro incierto en un país con pocas posibilidades. Charles no es inmigrante o extranjero, es una persona, un trabajador que se ganaba la vida honradamente y ahora, desahuciado, ya no nos sirve, ha cumplido su misión y es devuelto a su país. En los próximos días se despedirá de nosotros y de su sueño.





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