La diferencia entre la vida y la muerte

Ginés Parra Córdoba
07:00 • 07 abr. 2021

Habría que preguntarse cada uno como vivimos las noticias ante un nuevo drama de personas que intentan desde África llegar a Europa. ¿Nos suena a una música de fondo? ¿Nos conmueve? ¿Nos hace pararnos a pensar, aunque solo sea un instante? ¿O tal vez somos de los que sin conocer su realidad, nos decimos que están locos, que como hacen esas cosas de coger a sus hijos y subirse en una barca endeble?


El pasado 17 de marzo fue un día terrible, en la misma noticia, por un lado nos contaban que llegó una patera hasta Canarias con 52 personas a bordo, llevaban varios días a la deriva,  todos sus ocupante tuvieron que ser atendidos por su mal estado de salud, entre ellos estaba esta niña de dos años, que tuvo que ser arrancada de los brazos de su madre y que se encontraba en un estado de hipotermia severa y que entró en parada cardio respiratoria, nos conmovió ver esas imágenes en el muelle de Arguineguin, atendida por un voluntario que gritaba pidiendo ayuda, un cuerpo tan pequeño en el suelo y cuatro días después, nos enteramos de su muerte, ¿que será de esa madre que también continuaba ingresada? A semejante dolor y tanta pena, sumarle otra mas, la perdida de su hija. Ambas procedían de Mali. 




Continuaban que otra patera con 36 migrantes fue rescatada a 150 kilómetros al suroeste de Gran Canaria, esta durante la travesía tuvieron que tirar al mar el cadáver de un hombre. Además, un barco de Salvamento Marítimo salió por la tarde al encuentro de otra patera con unas 30 personas a bordo, avistada por una patrullera de la Guardia Civil a unos 13 kilómetros de la costa de Lanzarote.




Esta traía otro drama, uno mas, había muerto un hombre durante la travesía, había bebido demasiada agua de mar, el cadáver había estado tres días en la patera junto a su mujer embarazada, que también iba a bordo, por nada quería deshacerse del cuerpo, quería despedirse, quería permanecer al lado de su marido. Cuando nazca esa hija, cuando sea mayor, no sabemos si en nuestro país, esa mujer tendrá que contarle esa triste historia, “que mientras la tenía en sus entrañas, cogieron un barquichuleo, pagado con el dinero que no tenían y soñando con un futuro mejor para ella, su padre perdió la vida”.




Solo en ese día habían llegado 26 menores a canarias, 12 de ellos fueron hospitalizados y 2 bebes estaban en la unidad de críticos.


En lo que llevamos de 2021 Ha crecido un 7% la llegada de mujeres y un 4% el de menores y mueren hasta un 20 % de las personas que parten de su país. Todo este compendio de situaciones, estos fríos números, son el rostro del drama humanitario que supone la inmigración.  Centenares, miles de personas. sin saberse sus nombres, pierden la vida en su camino y en su derecho de querer buscar una vida mejor.

    

Mientras tanto y en medio de esta Pandemia, cada fin de semana durante estos primeros meses del año vemos la llegada de cientos de franceses a Madrid, tal vez por el “efecto llamada” de esa permisividad de que todo vale para la diversión. Estos son jóvenes, con dinero que viajan en avión y llegan a un aeropuerto, con todo el confort de un viaje previsto, con un destino puramente de ocio y despiporre. Esta es la diferencia entre unos y otros, esta es la diferencia entre la vida y la muerte. Solo los derechos de las personas empobrecidas, son pisoteados y vulnerados incluidos los de los niños.


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