Signos inquietantes

Luis del Val
07:59 • 15 ene. 2021

En las situaciones extremas -guerras, revoluciones, catástrofes y pandemias- suele salir lo mejor y lo peor de lo que llevamos dentro. Por ejemplo, en Madrid, de una manera espontánea, un grupo de propietarios de vehículos 4 x 4, capaces de circular con cierta seguridad sobre la nieve, salieron voluntarios para poder transportar a personas necesitadas de traslados que impedía la gran cantidad de nieve acumulada, o para acercar algo tan fundamental como la comida a quienes se encontraban aislados. Gracias a ellos, enfermos sujetos a la esclavitud de la diálisis pudieron llegar al hospital y salvarse de un peligroso empeoramiento renal, o los habitantes de casas aisladas por el temporal calmaron su hambre.


Este es el aspecto positivo, pero como toda cara tiene su cruz, vino la segunda parte donde unos desalmados se dedicaron a romper cristales y dañar el exterior y el interior de estos vehículos, aprovechando que no estaban sus propietarios dentro. Ante brutalidad tan inesperada como infame, los solidarios conductores optaron por interrumpir su labor de ayuda, que la habían iniciado con generosidad y altruismo, sin buscar ningún aplauso, y que se encontraron con esta brutal reacción.


Quienes escribimos novelas solemos mantener, dentro del rechazo a las acciones criminales, cierta propensión a buscar la etiología del delito, no para justificarlo, sino para tratar de hallar el laberinto que le lleva a un ser humano a comportarse como no lo haría ningún animal. Y confieso que me desconcierta esta brutal reacción contra quienes ejercen el amor al prójimo. Incluso el perverso que mata a una anciana para robarle, tan miserable persona buscaba un beneficio, pero estos brutos ¿qué beneficio obtienen por interceptar una labor de tan manifiesta generosidad?



Detrás del mal, detrás del delito, hay siempre una pasión, una venganza, una avaricia, un deseo malsano. Hasta la Medea que mata a sus hijos lo hace para que su Jasón sufra. Pero estos bestias ¿qué pretenden? ¿No hay ya suficiente egoísmo en el mundo como para fomentarlo? Me parece un signo muy inquietante de nuestra sociedad.





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