Un planeta Cristalino: la huella almeriense en la muy granadina ‘Segundo premio’

La monumental película sobre Los Planetas es una carta de amor a un tiempo y una ciudad

Cristalino, Daniel Ibáñez y Stéphanie Magnin, el trío protagonista de ‘Segundo premio’. Foto: BTeam Pictures
Cristalino, Daniel Ibáñez y Stéphanie Magnin, el trío protagonista de ‘Segundo premio’. Foto: BTeam Pictures La Voz
Evaristo Martínez
10:37 • 24 may. 2024 / actualizado a las 21:13 • 27 may. 2024

Más que una película, es un estado de ánimo. El reflejo de un tiempo perdido, la foto en movimiento de una ciudad y sus músicos. Llega a las pantallas ‘Segundo premio’, un filme de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez que, como reza su subtítulo, no va sobre Los Planetas, el grupo que conquistó la escena musical ‘indie’ en los 90 desde Granada. No va sobre ellos, aunque ellos, y la tortuosa creación de su mítico disco ‘Una semana en el motor de un autobús’, sean los protagonistas. Tampoco es un musical al uso, si bien suenan por voz de los actores todas las canciones de ese álbum, ni muestra una Granada real, aunque la ciudad de la Alhambra nunca olvidará este regalo.



Segundo premio’ es una historia de amor y amistad, de fantasmas y vampiros, de leyendas verdaderas y medias mentiras, de creaciones y adicciones, de adioses y reencuentros, en la que nada es lo que parece. Tanto es así, que en su universo tan netamente ‘granaíno’ se cuela la huella almeriense.




En este biopic terrenal y psicodélico de Los Planetas, Cristalino (Adra, 1989) es el Guitarrista. Porque aquí los personajes no responden por Jota, Florent, Eric y compañía. Con una excepción: la malagueña Stéphanie Magnin sí lleva el nombre de May, la bajista que tocaba de espaldas al público y que dejó el grupo en el momento en el que arranca la película.



“Llegué a Granada con seis años, en la Navidad de 1996, cuando se estaba fraguando ‘Una semana en el motor del autobús’. Yo empecé a tocar la guitarra con un primo mío de Adra, y luego la ciudad te influye muchísimo. Por ejemplo, sin ser un fanático de Los Planetas, sí que este disco lo tenía muy escuchado”, cuenta a LA VOZ Cristalino en el Hotel Meliá de la capital nazarí, horas antes del preestreno en el Isabel La Católica.



Tanto el almeriense, un sosias de Florent, como Mafo, el Batería que sería Eric Jiménez, y Chesco Ruiz en el rol del Bajista, como un híbrido entre Banin y Kieran Stephen, son músicos que han crecido en la escena granadina y coincidido en proyectos como Pájaro Jack, Brío Afín y Dolorosa. No tenían experiencia actoral previa.




Completan el elenco el madrileño Daniel Ibáñez, dando vida a el Cantante/Jota, y el sevillano Edu Rejón como Santa, mánager de la banda.



En la parte técnica, otras dos presencias almerienses: Alejandro Sola en arte y Sofía Rodríguez como jefa de localizaciones en la fase de preparación, búsqueda de localizaciones y permisos.



El arte de crear

“La película habla del amor y las relaciones entre amigos que comparten un proceso creativo, algo que hemos vivido mientras rodábamos”, explica Cristalino. Su interpretación es cósmica y la travesía de su personaje, adicto a la heroína, será difícil de olvidar.


“Todo se mezcla en una historia que habla de sentimientos con los que todos podemos empatizar; en mi caso, como actriz, luchar por el sueño de una carrera artística”, apunta Magnin. Ellos dos y Daniel Ibáñez forman el epicentro emocional de ‘Segundo premio’. Y Granada, claro.


“Todo se mezcla en una historia que habla de sentimientos con los que todos podemos empatizar; en mi caso, como actriz, luchar por el sueño de una carrera artística”, apunta Magnin. Ellos dos y Daniel Ibáñez forman el epicentro emocional de ‘Segundo premio’. Y Granada, claro.


Retrato de ciudad

“Es una película sobre la creación como algo colectivo, una defensa de la amistad. Y, ante todo, sobre Granada: hemos usado las canciones que Los Planetas nos han cedido generosamente para contar Granada”, asegura Fernando Navarro, coautor del guion junto a Lacuesta. 


Un “retrato de ciudad” que es la suya, aunque con matices. “Esta Granada es un territorio literario, como lo era la Almería de mi novela ‘Malaventura”, asegura Navarro, vinculado en lo personal y lo emocional a nuestra provincia: “Siempre digo que son tierras hermanas”, apostilla sobre una geografía que visitó en los guiones de ‘Toro’ y ‘Romancero’.


En ‘Segundo premio’ (de estructura capitular, como si fueran los cortes de un disco o los episodios de un cómic), el Paseo de los Tristes, Sierra Nevada, las procesiones, el latir universitario, conviven con Lorca, Morente, Lagartija Nick. Una ciudad soñada, con fotografía de Takuro Takeuchi y dibujada por el director de arte Pepe Domínguez del Olmo, cuyas callejuelas desembocan en Nueva York. 


“Está más dentro de nuestra leyenda que de la realidad, aunque tiene guiños a la de los años 90”, añade el codirector Pol Rodríguez. Por ejemplo, la mítica sala de conciertos Planta Baja, reformada tras el incendio de 2016, luce como en su origen. “Allí puse copas, hemos rodado en mi barrio, en La Chana, en sitios donde he tomado cervezas con Los Planetas, con Lagartija Nick. Este es un viaje muy fuerte”, confiesa el guionista granadino.


Vampiros, fantasmas y el siglo XX

Dos veces nominado al Goya por ‘Verónica’ y ‘Orígenes secretos’, Fernando Navarro es uno de nuestros mejores guionistas de género. Y en ‘Segundo premio’ huye del rigor del biopic para poner un pie en su querido fantástico: aquí hay vampirizaciones (por las drogas y el arte, en un diálogo con el ‘Arrebato’ de Zulueta) y espíritus (esa May ausente/presente). 


El cine siempre es un arte dado a los fantasmas y a las fantasmagorías. Y al trabajar con Fernando hemos podido ahondar en ese tipo de imágenes”, profundiza Isaki Lacuesta. Para el director, el filme mezcla el realismo (“hemos recuperado la guitarra que Jota tocaba entonces”) con la “imaginación total”. “Es una película que se contradice a sí misma y bebe de esa tradición oral en la que que cada cual va añadiendo su capa de barniz a una historia”, añade.


El largometraje es, además, una carta de amor a una época pretérita: ese siglo XX, sin más, al que se alude en varias ocasiones. “Tiene algo de atemporal, de sueño, pero ahí están las tiendas de discos, que no hubiera redes sociales, la importancia de hacer algo colectivo. Los personajes se mandan cartas, se llaman al fijo. Es una película sobre un tiempo perdido y probablemente no recuperado”, concluye Navarro.


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