Conversación en El Catedral: II Festival Literario Escribidores

Dos encuentros literarios en la sede de Almería de esta iniciativa cultural

María Jesús Recio moderó la conversación entre Miguel Ángel Muñoz y Santiago Roncagliolo. Foto: Juan Guerrero
María Jesús Recio moderó la conversación entre Miguel Ángel Muñoz y Santiago Roncagliolo. Foto: Juan Guerrero
Manuel Sánchez Villanueva
00:50 • 27 feb. 2023

En una cierta época, encontré trabajo poniendo al día la cadena de suministro de un hotel en el que había serios problemas contables. Era una tarea exigente, que empezaba cuando se preparaba el desayuno de los residentes y acababa casi a medianoche, con el cierre de almacén. Las pocas horas que tenía para dormir, lo hacía en un cuartillo del back-office del hotel.



Mi única escapatoria era un ejemplar de las obras completas de Vargas Llosa publicadas hasta entonces. Y fue en esa poco propicia situación cuando leí 'Conversación en la Catedral', la obra que me reveló que lo único que yo quería realmente hacer en esta vida era emular al genio que, con una sola frase colocada como por azar en medio de una novela, fue capaz de captar la atención del mundo sobre la situación vital de cientos de millones de latinoamericanos. En homenaje a este momento inolvidable, en una de mis novelas (por cierto, un producto infumable), el conflicto se plantea en la cafetería del almeriense Hotel Catedral, entre un plumilla inspirado en Zavalita y otro personaje que narra la versión local de la famosa frase: ¿cuándo se jodió el Perú?



Cuando la dirección de La Voz me propuso asistir al II Festival Literario de América y Europa Escribidores que incluía una Presentación en Málaga con participación del Nobel hispano-peruano, confieso que en ese momento me faltó poco para dar saltos de alegría. Y más todavía cuando me informé de que el Programa incluía una sede en Almería con dos sesiones que en principio prometían. 



A estas alturas uno ha aprendido a aplicar la prudencia valorativa a todas las esferas de la vida, por lo que procuré atemperar mis expectativas por si todo se quedaba en un cascarón sin contenido real. Pero, como ya he transmitido personalmente a algunos de los organizadores, tengo que reconocer mi error. Creo justo agradecer el servicio que nos han brindado la Cátedra Vargas Llosa, Junta de Andalucía, Fundación Unicaja y resto de participantes por fomentar la alta literatura en Almería, conectándonos con la mejor narrativa en lengua española, invitando a autores de ambos lados del Atlántico en un perfecto equilibrio.  



De la sesión inaugural, con un diálogo entre un genio de la literatura como Mario Vargas Llosa y un eximio escritor como Leonardo Padura, es difícil transmitir lo que se vivió aquella tarde en la Sala de Conciertos María Cristina de Málaga. Solo diré que, exclusivamente en ese punto,  considero que he tenido más suerte que el propio Vargas Llosa. Porque si él ha confesado que únicamente puede inferir lo que su maestro Flaubert tenía en la cabeza a la hora de enfrentarse a la creación literaria, gracias al Encuentro Escribidores, yo he podido oírlo de los mismos labios del propio nobel peruano. En mi opinión, eso es fomentar la cultura.



Sin embargo, son las sesiones de Almería las que quiero destacar. Porque, al contrario de mis temores iniciales, el Encuentro ha presentado dos propuestas muy atractivas. Incluso ante la caída del programa de algún participante, han reaccionado con reflejos, proporcionando una alternativa que, en mi opinión, ha mejorado la propuesta. Incluir en la jornada ‘Distancias y Desarraigos’, a un escritor netamente almeriense como Miguel Ángel Muñoz, así como aportar la  atinada moderación de María Jesús Recio, junto la participación de un escritor latinoamericano como Santiago Roncagliolo, resultó en una experiencia estimulante. Creo difícil encontrar una combinación más adecuada para hablar de distancias  literarias, que el diálogo entre un autor almeriense y otro peruano.






La segunda sesión, centrada en las infinitas  capacidades de la novela, tampoco defraudó. Fue una charla entre tres novelistas consolidados, Jordi Soler, Antonio Soler y José Antonio Garriga, con planteamientos muy diferentes a la hora de enfrentarse a la creación literaria, cuyo punto en común es su devoción por James Joyce. De alguna extraña manera, entre el público y la mesa se generó un ambiente de complicidad, muy de club de lectura en el que reinó incluso el buen humor, especialmente a partir de las continuas referencias al whisky Ballantines como facilitador de la creación (aunque alguno de los participantes sea prácticamente abstemio). He asistido a muchas jornadas literarias, incluso con alguno de estos mismos escritores pero rara vez he encontrado un ambiente de distendida conversación, al tiempo que intelectualmente estimulante, como el que se vivió en Almería la tarde del pasado viernes.


Desde aquí, me uno muy modestamente a la propuesta de la Delegación de Cultura para que en la próxima edición de Escribidores contemos con la presencia de Mario Vargas Llosa en Almería.


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