“A los escritores de la Generación del 27 les encantaría la poesía milenial”

Entrevista a la poeta almeriense Nuria Ortega Riba, Premio Adonáis 2021

Nuria Ortega Riba tiene 25 años y es de Almería capital, aunque completó sus estudios en Granada.
Nuria Ortega Riba tiene 25 años y es de Almería capital, aunque completó sus estudios en Granada. La Voz
Marta Rodríguez
07:00 • 13 feb. 2022

Una desconocida llamada Nuria Ortega Riba (Almería, 1996) se alzó hace unos meses con el Premio Adonáis 2021, la distinción más importante de la poesía joven en español. Filóloga hispánica y máster en Enseñanza de Español como Lengua Extranjera, sabe que la literatura es una carrera de fondo y que la suya, pese al espaldarazo del reconocimiento, no ha hecho más que empezar. En la actualidad, compagina la escritura con las clases particulares que imparte como profesora. 'Las infancias sonoras', el poemario por el que fue galardonada, suena a la risa de su abuela, al silbido de su abuelo y al mar.



Si pudiéramos viajar al momento exacto en que Nuria Ortega Riba descubrió la poesía, ¿qué veríamos exactamente?



Veríais a una niña despatarrada en el sofá de casa de sus abuelos, en pleno verano, leyendo con curiosidad esas ediciones adaptadas para niños que mandaban en los colegios. Eran los materiales para el curso siguiente: las Rimas y leyendas de Bécquer y Campos de Castilla, de Machado. Me los aprendí de memoria de tanto que los releí ese verano.



El jurado del Premio Adonáis 2021 la premió por la “vuelta de tuerca expresiva que aplica al lenguaje coloquial”. ¿Cómo ser accesible sin hacer poesía para 'bobos'?



No creo que haya una poesía para bobos, la habrá de mayor o menor calidad según unos estándares con los que muchas veces no concuerdo. Tampoco creo que lo que llaman 'poesía de verdad' deba ser necesariamente inaccesible. En cualquier caso, para mí ser accesible es una virtud; es más, lo primero que me dijeron mi madre y mi abuela, que no leen poesía, fue “qué fácil se lee”, y me alegro muchísimo de que así sea.



¿Las redes sociales suponen la democratización de la poesía o contribuyen a que se vulgarice?



Las redes sociales son un medio más como cualquier otro. Tienen sus virtudes y sus peligros. Si sirven para descubrir algo a las personas, me parece fantástico. 



¿Alguna vez se ha sentido un bicho raro por escribir poesía?

Seguramente siendo adolescente, como todo el que tiene inseguridades. Me daba más vergüenza que otra cosa. Luego, precisamente gracias a las redes sociales, descubrí que había muchos jóvenes que también escribían.


Si un poeta de la Generación del 27 levantara la cabeza y leyera la poesía que hace la generación milenial, ¿qué cree que opinaría?

Sinceramente y, aunque la poesía milenial no es un todo homogéneo, creo que les encantaría. Por lo menos, me imagino a las poetas guiñándonos un ojo e invitándonos a cervezas.


Ha publicado el poemario ‘Las infancias sonoras’. ¿A qué suena la suya?

Como dice el primer poema del libro, a la risa de mi abuela, al silbido de mi abuelo, al mar, a la Oreja de Van Gogh y al afilador.


Tengo entendido que se está iniciando en la narrativa, ¿qué es lo que mejor y peor le sienta de este cambio de traje?

De hecho, empecé en la narrativa, dibujando primero y escribiendo después. Lo que más me gusta del mundo es inventar historias, tener siempre la trama en la cabeza, pensar cómo hacer complejo un personaje. Lo peor es que me vuelvo obsesiva y no termino nunca de corregir.


Imparte clase como profesora de Lengua. ¿Considera que el amor por la literatura puede enseñarse? 

Yo creo que sí, es posible que esté siendo demasiado optimista. Dependerá de cada persona, pero pienso que el hecho de que te vean ilusionada con algo y saber transmitirlo desde el respeto es un comienzo.


¿Cuál es su plan para lograr ese imposible que es vivir de la escritura? 

A pesar de mi idealismo, la realidad es que vivir de esto es muy difícil, así que seguiré estudiando e intentaré trabajar en algo compatible con la escritura. Eso no lo voy a dejar.


Para terminar, recomiende ese libro que todavía no ha podido quitarse de la cabeza y cuéntenos por qué.

El último libro de poesía que he leído, de una poeta a la que admiro y con la que siento que mantengo una conversación cada vez que la leo: Las señales que hacemos en los mapas, de Laura Casielles. Es un libro que me abruma (en el buen sentido). Tiene un tiempo, pero yo no creo en la fecha de caducidad de los libros y sé que este se quedará conmigo. Su mirada sobre el mundo me invita a buscar esas otras maneras de mirar.


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