Historias almerienses sobre el paisaje (VIII): El modelo turístico

Una serie que aspira a intervenir en la percepción de la realidad geográfica y territorial

Imágenes promocionales de iniciativas e iconos turísticos de distintas épocas.
Imágenes promocionales de iniciativas e iconos turísticos de distintas épocas.
Rodolfo Caparrós
07:00 • 28 nov. 2020

Desde los tiempos de Rodolfo Lussnigg (Hotel Simon) y su denominación “Costa del Sol” para el turismo almeriense, mucho han cambiado las cosas en el panorama turístico provincial.



Desde mediados del XIX hasta los años 20 del XX, los éxitos económicos exportadores habían generado una burguesía local que, junto con destacados emprendedores foráneos, impulsaba un proyecto cosmopolita e innovador. Al final de ese periodo pueden situarse los orígenes del turismo en la provincia. La fase depresiva tras el hundimiento del negocio uvero ralentizó  la actividad turística. Se paró el reloj de Almería.

Alternativos y periféricos



El modelo actual se fragua en el ecuador del franquismo. Los rodajes cinematográficos convierten Almería en destino de la troupe que acompaña esas producciones: los actores y actrices, más reconocibles, acompañados por todo el staff técnico.
 



Llegan a nuestra tierra viajeros que aprecian la singularidad de este incipiente destino: Rafael Lorente, Juan Goytisolo o Jose Ángel Valente encabezarían una amplia nómina de heterodoxos y alternativos que aspiran a librar a este “paraíso” del adocenamiento.






Se inicia el negocio turístico, con los Centros de Interés Turístico Nacional de Aguadulce (1963) y de la Urbanización de Roquetas (1967), el Parador de Mojácar (1966) y el Aeropuerto de Almería (1968) como hitos destacados.



La convivencia del negocio turístico con el inmobiliario y el predominio de operadores externos sientan las bases de un modelo casi colonial, en el que aportamos el paisaje, la identidad y la fuerza de trabajo, mientras que las decisiones, la inversión y la cadena de valor se sitúan lejos de nuestra tierra. Un grupo de constructores y promotores, terminales locales de este negocio exógeno, formarán una élite empresarial cuya voracidad ha condicionado decisiones estratégicas de nuestro modelo territorial.
 
Desbordados y enajenados
Desde ese momento fundacional, conviven dos orientaciones turísticas: una convencional representada por las bases hoteleras del Poniente, y otra, en el Levante, más alternativa, en busca del equilibrio entre la preservación de la singularidad y la promoción de distintas fórmulas de negocio. El Algarrobico supone la ruptura de los límites de ese equilibrio.



En medio, la ciudad de Almería y su entorno buscan su lugar en el mercado turístico, tras la crisis de los rodajes. En el 2005, se produce una reactivación hotelera que se ha revelado sobredimensionada, y se impulsa la intervención en El Toyo, con una planta hotelera que a pesar de sus dimensiones contenidas, contribuye a la crisis de movilidad y habitabilidad de los núcleos y playas de Cabo de Gata.


Estas piezas que componen el “modelo” turístico almeriense, comparten el desbordamiento en las puntas de ocupación, y una profunda enajenación: el protagonismo de emprendedores foráneos, y una oferta de servicios poco comprometida con nuestra identidad.

Perplejos
Los últimos tiempos asisten a una pérdida de vigor de las bases hoteleras tradicionales (destinos maduros), con la disminución de cuota de mercado de la gran contratación. El modelo alternativo tiene una creciente orientación comercial, tensionando la identidad del territorio que se le sirve de base, y generando un escenario cada vez más terciarizado e impostado.


En las zonas rurales, la acción de los Grupos de Desarrollo Rural y de los Planes Turísticos han generado diferentes oportunidades, con acciones sobre la oferta que no alcanzan a corregir el debilitamiento de las estructuras rurales.
 

La peregrinación a Fitur de comitivas institucionales tiene una finalidad propagandística para el público de sus zonas de origen, y efectos demasiado tenues para el posicionamiento en el mercado turístico.

El turismo cuenta con un gran prestigio en nuestra sociedad, por su contribución a la apertura de la provincia al exterior. Pero ese prestigio se da en el contexto de una notable perplejidad, que hace difícil una reflexión crítica sobre su balance de resultados. De esta situación se benefician quienes lo invocan para camuflar actividades que tienen otras lógicas y que con frecuencia devalúan el capital territorial tan necesario para sostener cualquier proyecto de calidad.


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