¿Quién fue Carmen de Burgos?

Fue en un homenaje a Celia Viñas, en la Alcazaba, la noche del 22 de junio de 1974, tras los veinte años vivos de su muerte, cuando, su amiga y espléndida escritora Carmen Conde -la primera mujer que ocuparía su lugar en la Academia de la Lengua-, en un apasionado recuerdo, citó también a nuestra “Colombine”: “Hubo otra gran mujer, almeriense de nacimiento…, Carmen de Burgos, a la cual leí siendo yo jovencísima. Habrá que reivindicarla”.

La propuesta se abrió como una gran pregunta -¿quién es Carmen de Burgos?- pues, la mayoría de asistentes era la primera vez que oíamos hablar de ella. El nombre fue de mesa en mesa, durante la cena, en torno de la alberca.

Almería había perdido la memoria de su primera inteligencia creadora. La inocente acotación de la poeta republicana de Cartagena (amiga muy querida de Miguel Hernández) fue en realidad una carga en profundidad, una sacudida para despertar la conciencia aletargada de la ciudad. Aún la fiera del franquismo daba sus coletazos, y allí, en las almenas del aire, ella, delante de los grotescos guardadores del régimen, se atrevía a llamar la atención sobre una mujer excepcional, perteneciente a la masonería y ardorosa republicana, hija de la ciudad de tanto olvido. Aquella misma noche, Carmen Conde nos alumbró e inició, a quienes compartíamos el goce de su mesa, sobre la narradora almeriense. A los pocos días quisimos comenzar a reunir datos sobre Carmen de Burgos.

Tras no pocos intentos frustrados, logramos encontrar en el Archivo del Ayuntamiento los papeles del cronista de Almería, Martínez de Castro, con algunas anotaciones sobre nuestra escritora. También, enseguida, comenzó sus indagaciones Ana Martínez Marín, con quien nos intercambiábamos lo que íbamos encontrando. En una de las cartas que nos envió Carmen Conde, a mi esposa y a mí, desde Madrid (fechada el 10-1-75) nos decía: 

“Celebro que os vayáis metiendo en lo de Carmen de Burgos, la gran desconocida almeriense! Me da alegría haberos puesto en movimiento hacia ella. En La Laguna había un señor, Cabrera, que tenía cartas de ella. Alguien de allí podría deciros si este señor existe y a él decirle lo de las cartas que sabéis por mí...”

En un encuentro con Ana Martínez Marín me habla de la novela Puñal de claveles, de la que me va a dejar una copia, para que vea si tiene relación con la tragedia ocurrida en Níjar, pues intuye que si. Tras su lectura, publico en ‘Ideal’ un artículo, dando a conocer la vinculación entre el hecho real y la narración de Carmen de Burgos, y citando, claro está, a la historiadora Martínez Marín (texto que aparece en mi libro ‘La selva de los rostros’). Al día siguiente la noticia salta al diario ‘El País’.