La Santa Cena inunda el Domingo de Ramos de poderío y elegancia

Una tarde-noche inmejorable en la que la Hermandad lució todo su esplendor

Javier Morales
12:10 • 11 abr. 2022

Con todas las Hermandades del Domingo de Ramos ya en la calle, y la Borriquita ya en casa habiendo abierto la jornada (y todo lo que ello conllevaba), la Hermandad de la Santa Cena iniciaba esta estación de penitencia cuando marcaba a la hora prevista en San Pedro. 



Para entonces, la Plaza Urrutia y la Calle Ricardos era el hervidero habitual de cofrades que no querían perderse la cita de cada Domingo de Ramos con los de San Pedro. Una cita que se ha hecho obligatoria para muchos almerienses y no es para menos. La dificultad que presenta la estrechez de la puerta de salida de la céntrica Parroquia, convierte la salida de los portentosos pasos de la Santa Cena en un punto con gran atracción. 



De esta forma, los capirotes blancos comenzaban a ocupar la calle Ricardos encarando este año Gómez Ulla para dirigirse al Paseo de Almería dónde estrenarían la nueva carrera oficial tras la Hermandad de los Ángeles. Fue entonces cuando volvió a sonar el martillo desde el interior de San Pedro, y sin que nadie tuviera que pedirlo, el silencio cayó como un rayo de sol más de este soleado Domingo de Ramos y el misterio de la Santa Cena, tras pasar por delante de María Santísima de Fe y Caridad, que aún aguardaba tranquila en su palio, se colocaba frente a la puerta esperando esa última levantá antes de romper el tiempo y la espera. 



Con sumo cuidado, rozando las puertas de San Pedro, comenzaba a cruzar el dintel el imponente paso de la Santa Cena y recibiendo los primeros rayos de sol, ‘El Carmen’ rompía con la marcha real y ese silencio se convertía en una atronadora ovación que por fin se volvía a escuchar en Ricardos. Se alejaba el Señor camino de la Catedral de Almería y se comenzaba a vislumbrar ahora que esa Fe que nos ha mantenido durante estos difíciles años iba a ser desbordada desde los ojos de María Santísima. Era su turno.



Desde la oscuridad del templo, comenzaba a escucharse el inconfundible sonido de las bambalinas, y la candelaria, toda encendida, dibujaba el movimiento que los costaleros iban marcando con suma dulzura. De nuevo, el paso era encarado a la puerta y tras una última arriá, Ella, La que nos colma de Fe, terminó de dar forma a este sueño que ya era una realidad. A los sones de ‘Fe, Esperanza y Caridad’ la Virgen emprendía su camino a la Catedral. 



Caía la noche sobre este Domingo de Ramos y la Hermandad de la Santa Cena emprendía su camino de vuelta tras realizar la estación de penitencia a la Catedral. La Calle Mariana fue testigo cercano de esta vuelta. Su estrechez hizo que el paso de la Hermandad se convirtiera en el apogeo del Domingo de Ramos. Los sones clásicos de El Carmen y las melodías de Berja retumbaban por estas paredes ante el jubileo de los costaleros que ni mucho menos parecían exhaustos. Almería seguía atenta al paso de la Hermandad enmudeciendo al encontrarse con el Señor de la Santa Cena y con María Santísima de Fe y Caridad. Pero si hubo un momento en el que todo se enmudeció fue cuando la Virgen llegó a la puertas de las Claras. Las monjas esperaban para ver los ojos de la joya de San Pedro y así lo mandó el capataz, además con una dedicatoria especial. En la que fue la casa de la Soledad durante muchos años, la Hermandad quiso dedicar este momento a la corporación del Viernes Santo que celebra este año su 250 Aniversario fundacional. Bajo los sones de ‘Soleá dame la mano’, la Virgen encaró la puerta para dejarse ver por las monjas que pacientes la esperaban. 






Mientras tanto, el Señor hacía también una visita a las Esclavas del Santísimo del Sagrado Corazón de Jesús. Una de las últimas paradas antes de encarar el tramo final de este Domingo de Ramos. De nuevo el recogimiento se hacía protagonista de esta escena que sin querer que terminara, iniciaba el camino del fin de este recorrido. 


De nuevo la calle Ricardos y la Plaza Urrutia mostraban un lleno absoluto, porque si bonita es la salida, emocionante es la entrada. Con la noche ya cerrada y con la luz de las velas iluminando el camino, los pasos de la Hermandad volvían a cruzar ese dintel de San Pedro con la alegría de saber que en tan solo 70 días se volverá a cruzar. 


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