“Alina no quiere volver a casa, está la ropita de sus niñas”

Los cuerpos de Larisa y Elisa, de 4 y 2 años, ya están en Abla para ser enterradas

Bar La Esquina de Abla, donde ayudaba Alina. Se ve al alcalde en primer plano.
Bar La Esquina de Abla, donde ayudaba Alina. Se ve al alcalde en primer plano. La Voz
Manuel León
00:25 • 20 mar. 2024

Ayer no ladraban ni los perros en Abla. Solo en los pocos bares se veían parroquianos y en la charcutería de Domingo y en la panadería de Pepe y Sandra. Uno de los pubs más legendarios del municipio abulense que tiene obispo nominal desde la época de Roma, La Cueva, permanecía cerrado, enfrente de Correos, que comparte las instalaciones con el juzgado de paz. En la plaza se veía el cartelón de ‘Los Niños no se tocan’, con un vecino al lado tomando el sol en un banco. La oficina de Unicaja tampoco tenía mucho trajín y solo se oía el rumor de los niños en las clases, a la que hasta la pasada semana acudía Larisa de la mano de su madre. 



En las antiguas casas de los maestros viven ahora familias externas. De una de ellas salía ayer Nastasia, una amiga rumana donde se ha refugiado Alina, que ya no va a la casa que compartía con sus hijas, llena de recuerdos, cargada de vestiditos de las niñas, de sus zapatitos, de sus uniformes  del colegio, de sus fotos en la playa del pasado verano. No ha vuelto a ir, Alina, para no tener que recordar. “Alina no tiene familia aquí, no tiene a nadie, solo nos tiene a nosotros, no quiere decir nada, no quiere declarar nada”, explica la amiga rumana y su marido, mientras al fondo se escucha la voz de Toñi  Moreno, de Canal Sur, contando incidencias del caso de las niñas de Abla, que es como estar viendo una película que se  está filmando al tiempo que se emite. 



Todo apunta, según lo que comentaron ayer algunos de sus allegados, a que  Alina tenía intención de regresar a Rumania, a que su familia conociera a sus hijas y, al mismo tiempo, librarse para siempre de quien la maltrató con tanta saña; todo apunta a eso, pero necesitaba la firma de su exmarido con quien compartía la patria potestad de las hijas. Y eso, él no lo iba a permitir, no iba a dejar que se fueran: conmigo o sin mí. Y quizá eso pudiera haber sido el detonante de lo que  terminó pasando el domingo de autos: el pánico a una huída de su exmujer. 



Ayer, las cámaras de televisión grababan tomas de la casa vacía de Alina. Allí se veían aún algunos troncos de leña en el zaguán, como Truman Capote los vio cuando viajó  a Kansas a documentar el relato de su obra más maestra; allí se veían las ventanas entornadas, con armarios reflejándose desde el interior, allí se veía una casa bonita, para una familia bonita, una casa que fue alquilada por el propio presunto asesino de las niñas que ya no vivirán más tras esas ventanas ni en ningún otro lado. Solo en el corazón de su madre. Los cuerpos de ellas llegaron ayer a Abla y hoy, en principio, será el funeral  y serán inhumadas en dos cajitas blancas traídas desde Málaga.







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