40 años de mando: José Berruezo, el alcalde que no sabía perder elecciones

José Berruezo es, también, un alcalde mayor. O, mejor, un mayor alcalde

José Berruezo.
José Berruezo. La Voz
Juan Antonio Cortés
20:22 • 13 feb. 2023

En las elecciones municipales del 3 de abril de 1979, la UCD obtenía 146 votos. Aquellos primeros 59 apoyos del PSOE se convertían en 146 apenas seis después de la apoteosis de Felipe González en octubre de 1982. Corría el 8 de mayo de 1983 -cinco ediles, mayoría absoluta, un 67 por ciento- y un joven José Berruezo contaba 26 años el día de los segundos comicios locales de la democracia. Dos semanas después, asumía el mandato de las urnas, no sin cierta perplejidad: “Recuerdo la ilusión que tenía por servir a mi pueblo y por mi familia”. Su hija mayor, Ana, tenía solo un año de vida. Era aquella Armuña más agrícola y ganadera y sus veranos, “calles de vecinos que tomaban el fresco y niños jugando”. Gentes sin demasiadas prisas, audaces para calmar la ferocidad del tiempo.



La Armuña de la Transición ya sabía que aquel río, del que manaba su apellido, era un poco traicionero: una gran rambla, a veces seca, de caudales revueltos y pasajeros, a veces imprevistos. Pero no siempre fue así. Con la calma de las aguas que un día vagaban por aquel árido Almanzora, unos cien moriscos habitaban el pueblo en 1568, dice el Libro de Apeo. Medio milenio después, en aquellas primeras estribaciones de la ladera norte de Los Filabres el blanco de las casas se funde con el verde de una vegetación agradecida. Su huerta es fértil, dice el topónimo, y quizás por eso residían allí, por donde el castillo medieval, los alcaldes mayores.



José Berruezo es, también, un alcalde mayor. O, mejor, un mayor alcalde. Y no por la edad, que nació el 25 de mayo de 1955, sino por ser, así de simple, el regidor con más experiencia de cuantos gobiernan los ayuntamientos de la provincia. En primavera cumple 40 años de alcalde y atesora diez victorias seguidas por mayoría absoluta: “Me llevó a presentarme las ganas de trabajar por mi pueblo, por buscar trabajo para sus jornaleros, por dotarlo de servicios tan esenciales como el agua potable o un médico”. Pero Berruezo era un veinteañero con más ganas que práctica en eso de la cosa pública. Empezó, lo reconoce, preguntándose qué hacía allí. Así, hasta que, meses después de alcanzar el gobierno, recibió una visita inesperada. Era un tal José Rodríguez de la Borbolla, presidente de la JJAA, que debía inaugurar el nuevo edificio del Ayuntamiento. “Muchos nervios. No paraba de escribir qué le iba a decir, qué le iba a decir. Cuando dije que iba a venir el presidente, nadie en el pueblo ni en la comarca lo creían”, recuerda.



Dice Berruezo que el gran cambio de paradigma en la política está en la profesionalización del dirigente local. “Éramos servidores públicos sin ninguna remuneración. Por lo menos, yo”, advierte, aunque admite que el siglo XXI lo ha cambiado casi todo. Tanto ha virado la estructura social que muchos pequeños pueblos se están quedando vacíos. Su obsesión, como la de tantos regidores del universo rural, es frenar el proceso de despoblación -el censo de 2022 ofrece un respiro a decenas de pueblos pequeños, que ganan empadronados-: “Yo creo que sí hay solución con unas políticas sociales y de acercamiento a las pequeñas poblaciones”, arguye, aunque recela de los gestores que deben tomar decisiones. “Los políticos prometen mucho de palabra, pero después hay pocos hechos”, sentencia.



El verano, ahí arriba, es tórrido. Por eso, cuando aterriza San Juan y, con él, los rigores de las tardes eternas, a Berruezo se le puede ver en la Recta de las Plataneras: “Un lugar fresquito, acogedor”, en cuyo entorno emerge una piscina refrescante y una moderna pista de pádel. Aunque si, perdido, hemos de buscarlo, su lugar es un remanso de paz: “Me pierdo en la Rambla de Mortí, oyendo las perdices y la tranquilidad que se respira”.



En aquellos años 80, Berruezo jugaba al fútbol cuando podía y le gustaba el balonmano. Así estrenó los treinta años. 1987. La lista socialista obtenía 176 votos -seis de los siete concejales: un 77 por ciento-. Luego llegaron los comicios del 26 de mayo de 1991, que ampliaron aún más la sideral distancia con la oposición -187 votos, 76 por ciento-. En 1995 (28 de mayo), con el inicio del dominio del PP en la Almería municipal, el PSOE baja al 69 por ciento de votos -cinco ediles, mayoría absoluta-. En 1999, en la antesala de la mayoría absoluta de Aznar, el PSOE de Armuña consigue arañar 185 apoyos -un 75 por ciento, seis concejales-. 



Y con el nuevo siglo, año 2003 (25 de mayo), los socialistas pierden un concejal, pero mantienen un 72 por ciento de respaldos y una holgada mayoría absoluta. 2007, con Zapatero en la Moncloa, aparece en la trayectoria de José Berruezo como un hito. En los comicios del 27 de mayo supera los 200 votos, logra seis ediles y roza el 80 por ciento de votos. Cuatro años más tarde, pese a la decadencia del gobierno socialista en España, Armuña vota masivamente a Berruezo (80 por ciento de papeletas, seis ediles). 



Con Rajoy en el Ejecutivo, el PSOE amarra ocho de cada diez votos el 24 de mayo de 2015 (191 sobres, seis concejales). Las últimas, en 2019, coincidiendo con la irrupción de Pedro Sánchez, fueron las segundas elecciones con menor porcentaje de votos -un 70 por ciento, cinco concejales-.


José Berruezo se va en mayo para tener más tiempo. Tiempo para sus nietos y para sus tres hijos. Para el silencio de la rambla. Para que los 300 vecinos de Armuña, los de siempre, pregunten por José el de Elena. Que eso es, nos cuenta. Y eso debe ser, insiste. Y cuando eso pase, que pronto pasará, lo encontrarán tomando el fresco como los viejos de los ochenta -atado al umbral de una puerta, en un cruce de calles-, lanzando una bola de petanca en un atardecer o escuchando, absorto, el cántico seductor de una perdiz filabreña.  


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