Cosentino compra la antigua discoteca Tuareg

La multinacional amplía presencia en Macenas y se queda también con la parcela del Westin Hotel

La discoteca Tuareg, en plena ebullición, abrió en 1992.
La discoteca Tuareg, en plena ebullición, abrió en 1992.
Manuel León
23:06 • 05 sept. 2023

Cosentino, la mayor multinacional almeriense, suma y sigue: tras comprar hace poco más de un año al Banco Malo la urbanización de Macenas, en Mojácar, con una inversión prevista de 200 millones para crear 180 empleos, ha  decidido ampliar suelo con la compra de la antigua discoteca Tuareg y  la estructura del hotel que dejó  sin apenas empezar el grupo catalán Med Group de Jordi Rovinat. Con ello, el grupo almeriense, a través de un fondo de inversión familiar (family office), consolida su presencia en ese espacio único frente al mar que pretende convertir en un destino de primer nivel para turismo de lujo con un desarrollo sostenible.



El espacio que ocupaba la mítica discoteca Tuareg, situado en las estribaciones de subida a la pedanía de El Sopalmo, ocupa una superficie hotelera aproximada de 5.000 metros y podría estar destinada, aún por decidir, a algún espacio de  ocio o de servicio auxiliar al campo de golf de 18 que está siendo remozado en la actualidad.



La discoteca Tuareg fue durante una década el principal centro nocturno del Levante almeriense promovida por el legendario empresario de origen italiano Mauro Cappati. Abrió sus puertas en el verano de 1992 y cerró definitivamente en 1999. Se concibió como un gran espacio musical al aire libre en la noche mojaquera donde antes estuvo Cortijo Blanco, una instalación donde el grupo hotelero de Pueblo Indalo y Hotel Indalo celebraba fiestas y barbacoas incluida una cuadra de caballos.



Durante una década, reinó Tuareg como ninguna otra discoteca de verano lo había hecho hasta entonces, dirigida por el emprendedor Capatti, quien llegó a poner  a disposición de sus clientes un servicio de autobuses. 



Mauro llegó a Mojácar en 1985 buscando inversiones cuando en principio había mirado a la Costa del Sol. Cambió de idea a raíz de la influencia de la esposa española de un ministro italiano quien le habló por primera vez de Mójacar que estaba en plena ebullición. El empresario transalpino abrió el restaurante Agora y también gestionó un tiempo el pub Ninfas y Faunos, además de abrir una tienda de ropa, República Italiana. En la actualidad, sigue al frente de negocios vinculados con la hostelería como es la cafetería Maskó, en el Parque Comercial de Mojácar y el Verahotel, a medias con su socio de Garrucha, Enrique Aguirre.



La otra reciente adquisición de Cosentino, que complementa la inversión inicial del productor del Silestone en Macenas, es la de la parcela hotelera que era de la compañía promotora Med Group, en la que lo único que se construyó es una esquelética estructura de hormigón, donde se había anunciado un hotel de cinco estrellas de la cadena norteamericana Westin Hotels, con el apoyo del financiero Georges Soros, aunque la crisis de 2008 dejó la iniciativa, así como el resto de la macrourbanización, en bancarrota.



Cosentino se ha hecho con la propiedad de ese activo comprándoselo a Med Group y a la constructora Jarquil, que se quedó con el 18%, en compensación por la pequeña parte de la obra realizada. Este verano ha quedado inaugurado el Club Social de Macenas y está prevista también la recuperación del campo de golf, la construcción de dos hoteles y 400 viviendas. 



El oasis de la movida noventera en Mojácar

Antes de Maraú y Mandala, estuvo Tuareg como el gran abrevadero de los noctámbulos noventeros del Levante almeriense. Allí, entre palmeras, cal, cañas y una gran rambla para aparcar pinchaba música David Saldaña y por allí pasaron también las bombas del valenciano Chimo Bayo y la extravagancia de un joven discotequero almeriense llamado Javier Rapallo. Había una zona al aire libre llena de altavoces, grandes plataformas para que gogós con el cuerpo pintado bailaran desnudas y zona de venta de artesanía en unos antiguos establos. Hasta el amanecer veraniego duraba la fiesta en Tuareg, frente a las ‘fiestas de la luna llena’ que organizaba el chiringuito Manacá. Fue, después del Congo y Titos, la macrodiscoteca más legendaria de la comarca, el santo y seña de toda una generación que se ha hecho ya mayor. 


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